Lucian Freud es considerado uno de los máximos representantes de la corriente figurativa británica de la segunda mitad del siglo XX que ha dado en llamarse la Escuela de Londres. En sus retratos, centrados principalmente en las personas de su entorno próximo, Freud consigue desvelar la vulnerabilidad del cuerpo humano a través de la carnalidad matérica que rezuman sus obras. Hijo de un arquitecto y nieto del creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, Lucian Freud pasó su infancia en Berlín hasta que, tras la llegada de Hitler, su familia se vio obligada a emigrar a Inglaterra. Desde pequeño tuvo claro que quería ser artista. Estudió en la Dedham School of Arts and Crafts y posteriormente en el Goldsmith’s College de Londres. Su formación en el clima intelectual existencialista de la Europa de entreguerras le llevó a utilizar su pintura como instrumento de reflexión sobre la enajenación del hombre contemporáneo.

Desde los comienzos de su carrera como pintor, sus obras han tenido siempre como tema central la figura humana representada con una intensidad psicológica muy acusada. En la década de 1950, el estilo un tanto rígido de sus primeras obras dio paso a un lenguaje más suelto, de pincelada más gruesa, más informal. Esta evolución no supuso el inicio de un método de trabajo más rápido, ya que Freud siempre ha sido un pintor de ejecución lenta y meditada, que necesita alcanzar una relación de intimidad con las personas o los objetos representados. Freud valora ante todo el estudio psicológico, que une a un realismo crudo y a unas actitudes desinhibidas que en ocasiones se acercan a lo sórdido. En sus retratos no busca el parecido, sino el reflejo de lo que representan sus personajes, e intenta encontrar la esencia de su personalidad.

Entre 1958 y 1968 expuso con asiduidad en la Marlborough Gallery y desde los años setenta se han celebrado numerosas muestras internacionales de su obra que le han convertido en una de las grandes figuras del arte actual.

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