Contemporáneo de los pintores de la segunda generación de la Escuela del río Hudson, George Inness evolucionó desde una estética cercana a los paisajistas americanos a otra más personal, influida por su conocimiento de las últimas tendencias pictóricas europeas de la Escuela de Barbizon, lo que le convertiría en un pintor de renombre los últimos años de su vida.

Comenzó su formación en Newark bajo la dirección del pintor ambulante John Jesse Barker, y desde 1841 vivió en Nueva York, donde estudió con el pintor francés Régis François Gignoux, antiguo alumno de Paul Delaroche. A mediados de la década de 1840 comenzó a exponer su obra: primero en la National Academy of Design en 1844 y un año más tarde en la American Art Union.

Entre 1851 y 1852 viajó por primera vez a Italia y en 1853 regresaría al Viejo Continente y visitó Francia y Holanda. En este segundo viaje contempló la obra del paisajista Claudio de Lorena y también la de sus propios contemporáneos de la Escuela de Barbizon y su estilo se vio fuertemente influido por estos pintores franceses, especialmente por Théodore Rousseau. A partir de entonces sus composiciones perdieron rigidez y se alejaron paulatinamente de los cánones seguidos por la Escuela del río Hudson para acercarse de una manera mucho menos literaria al paisaje americano.

La frágil salud de George Inness determinó en gran parte su vida y provocó que a principios de la década de 1860 trasladase su residencia de Nueva York a Medfield y en 1864 a Eagleswood, donde, a través del pintor William Page, conoció las enseñanzas místicas del sueco Emanuel Swedenborg y se convirtió en seguidor de su corriente de pensamiento religioso. A partir de ese momento su arte tendió a una mayor expresividad y misticismo.

En 1870 Inness viajó de nuevo a Italia, cuando ya era miembro de pleno derecho de la National Academy of Design y había participado en la creación de la Society of American Artists. Tras una estancia de cuatro años y una breve temporada en Francia, regresó a América. Se instaló en una granja en Montclair, en Nueva Jersey, que ya sólo abandonó para pasar temporadas en las cataratas del Niágara, en Virginia y en California. Murió durante un viaje a Escocia en 1894.

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