Pintor y litógrafo, Henri de Toulouse-Lautrec ha pasado a la posteridad como el artista que retrató la vida del París de finales del siglo XIX. Hijo de una familia de grandes terratenientes, padecía una enfermedad congénita que marcó toda su vida y que se manifestó en una gran debilidad ósea, una baja estatura y la deformación de los rasgos de su rostro. Tras la rotura del fémur de la pierna izquierda en 1878 y de la derecha un año más tarde, se vio obligado a pasar largos periodos de convalecencia, durante los cuales comenzó a interesarse por el dibujo.

En 1882 se trasladó a París para comenzar su formación como pintor en el estudio de Léon Bonnat, y algo más tarde junto a Fernand Cormon, donde conocería a Louis Anquetin, Émile Bernard y Vincent van Gogh. Tras un corto periodo de tiempo en el que se sintió cercano al impresionismo, comenzó a desarrollar un estilo personal muy ligado a preocupaciones comunes con otros artistas contemporáneos, como la atracción por lo japonés y el interés por captar la vida de la ciudad. Sus retratos, en los que están representadas todas las clases sociales, son una clara demostración de la habilidad y crudeza con que captaba la psicología de los personajes a través del lenguaje corporal y de la plasmación de sus expresiones.

En 1884 creó su propio taller en Montmartre, que era frecuentado por artistas desde la década de 1850. Pronto comenzó a alternar las horas en museos y galerías de arte, con visitas a los cafés, circos y cabarets de su nuevo barrio. Estas excursiones nocturnas le proporcionarían los temas predilectos para sus pinturas, dibujos y litografías. Con veintiún años vendía con regularidad dibujos a diversas revistas y periódicos, ilustraba libros y realizaba litografías para los locales que frecuentaba. Desde 1886 su obra estuvo colgada de manera permanente en el Cabaret Le Mirliton y una de sus pinturas, En el circo de Fernando: El Equestrienne, 1888 (Chicago, Art Institute of Chicago), se expuso durante la inauguración del Moulin Rouge en 1889. La fama de Toulouse-Lautrec se extendió por París, tanto por su obra como por los escándalos que protagonizaba cada vez con más frecuencia. Finalmente, su familia se vio forzada en 1899 a internarle en un sanatorio para intentar solucionar sus problemas de alcoholismo. Murió en 1901 después de sufrir una apoplejía cuando aún no contaba treinta y siete años.

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