Retrato de una joven dama con rosario
Este retrato de una dama sin identificar está datado entre 1609 y 1610, años en los que Rubens estaba ya establecido en Amberes tras su regreso de Italia en 1608. En 1609 tuvieron lugar dos hechos trascendentales en su vida: su matrimonio con Isabel, la hija del funcionario y erudito Jan Brandt, y su nombramiento como pintor oficial de los archiduques Alberto e Isabel. Rubens obtuvo de éstos un trato especial que le permitió mantener su residencia en Amberes, además de conseguir sustanciosas ventajas de tipo fiscal y una buena remuneración anual. Entre sus obligaciones como pintor vinculado a la corte estuvo la de ejecutar una serie de retratos de Alberto e Isabel destinados a los familiares de los archiduques en las cortes europeas.
Rubens compaginó sus compromisos con los gobernadores de los Países Bajos con la realización de encargos muy diversos que le obligaron, conforme se fue extendiendo y consolidando su fama, a organizar un amplio y eficaz taller que le permitiera responder a la demanda, cada vez mayor, de pinturas suyas. En esos primeros años en Amberes, contó con la amistad y la ayuda de dos importantes personajes: el burgomaestre de la ciudad, Nicolaas Rockox, y el mercader Cornelis van der Gest. Precisamente a Rockox se debe el primer encargo importante encomendado a Rubens en la ciudad: La Adoración de los Magos, destinada a la decoración de la Sala de los Estados del Ayuntamiento de la ciudad y que está hoy en el Museo Nacional del Prado. Este lienzo, entre otras cosas, le sirvió a Rubens para abrirse un mercado más amplio en el que los retratos ocuparon un lugar destacado.
Rubens había dejado ya una amplia galería de retratos durante su estancia en Italia. Por lo demás, las innovaciones que introdujo y que fijaron el tipo de retrato barroco por excelencia se advierten en El duque de Lerma a caballo del Museo Nacional del Prado, un retrato pintado durante su primera visita a España en misión oficial y en el que rompió las fórmulas renacentistas para presentar al duque avanzando hacia el espectador lleno de dinamismo y fuerza. En la tabla de nuestro Museo sustituyó los fondos arquitectónicos con balaustres y terrazas de sus retratos genoveses por una tela cálida de fuerte colorido ante la que aparece, de pie, una joven vestida con riqueza y que sostiene en sus manos un rosario. Precisamente por la suntuosidad y elegancia con que viste la figura, se la trató de identificar con algún miembro aristocrático de la corte de Bruselas. Sin embargo, hay que hacer notar que en otro singular retrato, el de El pintor con Isabel Brandt en la Alte Pinakothek de Múnich, realizado en esa época con motivo de su matrimonio, Rubens nos presenta a su esposa, procedente de la próspera burguesía amberina, con unas ropas que igualan en riqueza a las de la mujer de este óleo. Las calidades con las que Rubens describe los encajes de la gola, mangas y tocado, los tonos plateados del corpiño ribeteados con hilo dorado, o las matizaciones del traje oscuro, así como el cristal con el que está elaborado el rosario, nos devuelven una vez más a sus retratos de nobles genoveses.
El hecho de que esta mujer sostenga en sus manos un rosario, objeto que representa una forma de oración fomentada e impulsada por la orden de los dominicos, se ha relacionado, como ha apuntado Gaskell, con la devoción personal de la retratada. Un rosario de rosas fue el objeto que le entregó la Virgen al fundador de los dominicos, santo Domingo de Guzmán, y que le sirvió al santo en su victoria contra los herejes albigenses.
La pintura se ha comparado por su parecido en la puesta en escena y por la pose de ambas mujeres con el retrato de Éleonore de Bourbon, princesa de Orange, en el Frick Art and Historical Center de Pittsburg. Müller Hofstede, además, la relacionó con el Retrato de un caballero, de una colección privada de Zurich, como posible pareja de nuestra tabla.
Se cree que este retrato formó parte de la colección de los descendientes de Rubens. A este respecto se han mencionado como primeros propietarios a Philippe van Parys, marido de la hija de Rubens, Clara Johanna, y a Philippe-Constant van Parys y su esposa Catalina, que era nieta del pintor. El óleo permaneció en la familia, por herencia, hasta 1853, fecha en la que fue subastado en Bruselas. La pintura, a partir de entonces, perteneció a varias colecciones privadas y galerías de marchantes, ingresando finalmente en la colección Thyssen-Bornemisza, en 1979, cuando fue adquirida en Roma.
Mar Borobia