La Última Cena
hacia 1570
Óleo sobre lienzo.
121 x 190 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
17
(1934.5
)
No expuesta
La Última Cena entró en la colección Thyssen-Bornemisza en 1934, procedente de una colección privada veneciana; un año después de su ingreso fue objeto de un breve informe por parte de Gronau, posiblemente encargo del nuevo propietario. La pintura ha estado atribuida al Greco desde su entrada en la Colección y con esta autoría figuró desde el catálogo de la Colección de 1937, editado por Rudolf Heinemann, hasta el estudio de Gertrude Borghero. August L. Mayer se interesó por ella en 1945 y la integró dentro del repertorio del artista nacido en Creta; esta opinión fue compartida también, cinco años más tarde, por José Camón Aznar, que la situó hacia 1567. Sin embargo, Wethey, en su monografía del pintor, la incluyó en el apartado de obras de escuela, copias y falsas atribuciones, asignándola a la escuela veneciana y con una fecha de hacia 1590; en ella detectó «una influencia combinada del Veronés y del Tintoretto». Esta misma fue la línea que se siguió en el catálogo de 1992, editado cuando la colección Thyssen-Bornemisza llegó a España, donde se varió la datación y se colocó hacia 1570.
Los historiadores que vincularon esta pintura al Greco la inscribieron dentro de su etapa italiana, un periodo donde el artista fue asimilando la manera occidental. El pintor, tras abandonar Creta, se estableció, en 1567, en Venecia, ciudad que dejó hacia mediados de 1570 para trasladarse a Roma, que fue su última etapa en Italia, antes de su traslado a España en 1577. De los diez años que el Greco pasó en Italia quedan muchas lagunas por completar, tanto a nivel profesional como personal, aunque a lo largo del siglo pasado el catálogo de obras de esos primeros años se ha ido incrementando.
La Última Cena es un tema con poca repercusión dentro de su repertorio, sin embargo el Greco trató este asunto en una tabla conservada en la Pinacoteca Nazionale de Bolonia, fechada hacia 1567-1570, que se inscribe de lleno en sus años italianos. La concepción de este episodio sagrado, así como el resultado, son bastante diferentes de los que encontramos en esta tela del Museo Thyssen-Bornemisza. El Greco, para su composición, se inspiró en modelos de Tintoretto, y centró el tema en torno a una mesa que ocupan los apóstoles en sus cuatro lados, instalada en un sencillo interior sobre un suelo de damero, que preside Cristo frente al espectador. La solución de la tabla de Bolonia es distinta a la que encontramos desarrollada en este lienzo donde el pintor ha trazado una marcada diagonal con la mesa, que recorre la estancia de un extremo a otro y que nos conduce al final de la sala. Cristo, también en el centro, se dispone a bendecir, mientras los apóstoles, en sillas de tijera, se van acomodando a su lado y en los laterales. En el interior del recinto se dan cita vistosos detalles arquitectónicos, como las columnas jónicas y las esculturas que articulan el ámbito y la vista urbana que descubre los tejados y las cubiertas de los edificios de una ciudad. El óleo, como la crítica ha subrayado, recuerda trabajos de Tintoretto en los pormenores de la composición y de Veronés en el derroche de anécdotas que envuelven el episodio.
Mar Borobia
Los historiadores que vincularon esta pintura al Greco la inscribieron dentro de su etapa italiana, un periodo donde el artista fue asimilando la manera occidental. El pintor, tras abandonar Creta, se estableció, en 1567, en Venecia, ciudad que dejó hacia mediados de 1570 para trasladarse a Roma, que fue su última etapa en Italia, antes de su traslado a España en 1577. De los diez años que el Greco pasó en Italia quedan muchas lagunas por completar, tanto a nivel profesional como personal, aunque a lo largo del siglo pasado el catálogo de obras de esos primeros años se ha ido incrementando.
La Última Cena es un tema con poca repercusión dentro de su repertorio, sin embargo el Greco trató este asunto en una tabla conservada en la Pinacoteca Nazionale de Bolonia, fechada hacia 1567-1570, que se inscribe de lleno en sus años italianos. La concepción de este episodio sagrado, así como el resultado, son bastante diferentes de los que encontramos en esta tela del Museo Thyssen-Bornemisza. El Greco, para su composición, se inspiró en modelos de Tintoretto, y centró el tema en torno a una mesa que ocupan los apóstoles en sus cuatro lados, instalada en un sencillo interior sobre un suelo de damero, que preside Cristo frente al espectador. La solución de la tabla de Bolonia es distinta a la que encontramos desarrollada en este lienzo donde el pintor ha trazado una marcada diagonal con la mesa, que recorre la estancia de un extremo a otro y que nos conduce al final de la sala. Cristo, también en el centro, se dispone a bendecir, mientras los apóstoles, en sillas de tijera, se van acomodando a su lado y en los laterales. En el interior del recinto se dan cita vistosos detalles arquitectónicos, como las columnas jónicas y las esculturas que articulan el ámbito y la vista urbana que descubre los tejados y las cubiertas de los edificios de una ciudad. El óleo, como la crítica ha subrayado, recuerda trabajos de Tintoretto en los pormenores de la composición y de Veronés en el derroche de anécdotas que envuelven el episodio.
Mar Borobia