El puente de Waterloo
A comienzos del siglo XX, los fauves fueron los primeros en desarrollar un movimiento artístico innovador, tal y como demandaba la nueva era. Basándose en el legado dejado por la generación anterior —los impresionistas y los postimpresionistas— y con un talante moderno muy provocador, estos jóvenes «salvajes» dieron forma a un nuevo estilo pictórico que abrió el camino al arte del siglo XX. Aunque con una temática similar a la del impresionismo, el estilo fauve otorgaba una nueva fuerza al color, el cual dejaba de ser el medio de plasmar la luz y la atmósfera, para convertirse en el modo de expresar emociones.
El puente de Waterloo, una verdadera obra maestra del periodo fauve de André Derain, pertenece a un grupo de obras inspiradas en los viajes del artista a Londres, fruto del encargo de Ambroise Vollard. Este marchante parisiense, que, entusiasmado con su obra, le había comprado toda su producción en noviembre de 1905, envió a Derain a Londres en tres ocasiones, entre marzo de 1906 y febrero de 1907, para que repitiera la experiencia llevada a cabo unos años antes por Claude Monet en su serie sobre el río Támesis, presentada en París en 1904. Derain, arrebatado por la atmósfera londinense, pintó una treintena de espectaculares vistas de las orillas del Támesis, en las que hizo una interpretación fauvista de los temas que había pintado Monet, aunque muy lejos de él tanto en estilo como en espíritu. Su forma de trasladar estas vistas de Londres a una expresiva explosión de color está más cerca de las escenas venecianas de Turner que de las pinturas londinenses de Monet. Por consejo de su amigo Matisse, Derain había admirado los cuadros de Turner de los museos de Londres, en especial sus pinturas inacabadas como El Támesis sobre Waterloo Bridge y Norham Castle, que se expusieron por primera vez en la Tate Gallery poco antes de su llegada.
El cuadro del Museo Thyssen-Bornemisza nos presenta una vista del antiguo puente de Waterloo tomada desde Victoria Embankment con una imagen muy desdibujada de Whitehall Court, al fondo a la derecha, y las altas chimeneas de los edificios industriales del Baltic Wharf de la orilla sur del río, en la parte izquierda. Tras ellas, las míticas Houses of Parliament no alcanzan el protagonismo que poseen en otros cuadros de la serie. Aquí el motivo principal es el puente pintado de color azul brillante, cuyo trazado sirve de línea de horizonte de la composición.
En esta obra Derain emplea la técnica puntillista que venía utilizando desde su estancia en Collioure con Matisse en el verano de 1905, donde había comenzado a dar una nueva importancia a la expresión de las emociones. Bajo la influencia de la pintura de Signac, Derain aplica los colores puros, sin mezclar, con una pincelada de pequeños toques gruesos y cuadrados que dan a la superficie pictórica un aspecto de mosaico. Los azules intensos y los amarillos luminosos de los cuadros pintados durante el verano anterior en Collioure son ahora sustituidos por tonalidades más frías, más propias de la atmósfera londinense. En esta pintura, como en el resto de las obras pintadas por Derain para esta serie, dominan los verdes, azules y morados. La explosión de amarillos, rosas y dorados provenientes del sol, oculto para el espectador, tienen su reflejo en las frías aguas, donde un destello dorado rompe el mosaico continuo de verdes y azules. El tratamiento que Derain hace del cielo y del agua es todo un manifiesto de la idea fauve de la violencia expresiva de los colores puros, que son para el artista «cartuchos de dinamita cuya misión es descargar luz».
Paloma Alarcó