Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia pertenece a una serie de quince obras que Camille Pissarro pintó en París desde la ventana de su hotel situado en la place du Théâtre Français, durante el invierno de 1897 y 1898. Pissarro, que había vivido casi siempre en el campo y era básicamente un pintor de paisajes —y uno de los primeros en practicar con convicción la pintura al aire libre—, al final de su vida tuvo que trasladarse a la ciudad, por motivos de salud. Fue entonces cuando comenzó a pintar vistas urbanas asomado a las ventanas, captando la actividad cambiante de las calles de ciudades como Ruán o París. Estilísticamente, esta última década de su vida coincide con su vuelta a una pintura de factura impresionista, tras haber experimentado durante un corto periodo de tiempo la influencia de Seurat. La técnica puntillista, que abandonó por excesivamente rígida, le ayudó a aligerar su paleta y a componer sus últimos cuadros de forma menos rigurosa.

Litigio Cassirer / Thyssen 

Pissarro trabajó afanosamente en este ciclo sobre las calles de París, animado sin duda por la promesa de Durand-Ruel de exponerlo en su sala. Eligió uno de los nuevos escenarios urbanos creados durante el Segundo Imperio (1852-1870) por el barón Georges-Eugène Haussmann, quien no sin despertar grandes polémicas, había convertido París en una ciudad moderna, atravesada por grandes avenidas que permitían ver lejanas perspectivas a través de las diferentes axiales. En esta serie, el pintor no sólo cubrió todo el campo de visión que tenía desde su habitación —la rue Saint-Honoré, la avenue de l’Opera y la propia plaza situada junto al hotel—, sino que reelaboró las mismas composiciones con luces cambiantes.

El modelo pictórico de vistas urbanas tomadas desde una posición alta había quedado establecido por Monet en su famoso lienzo del Boulevard des Capucines, presentado en la Primera Exposición Impresionista, de 1874. Pintado un año antes desde la ventana del estudio de Nadar, Monet dejó una imperecedera imagen del nuevo ajetreo de la ciudad. El punto de vista alto, que permitían los nuevos edificios de París, dotaba a la composición de un aire fortuito, de un aspecto más natural, más adecuado a las aspiraciones de los impresionistas de pintar realidades.

En las tres pinturas que realizó de la rue Saint-Honoré, Pissarro nos ofrece una visión en perspectiva de esta calle con la esquina de la place du Théâtre Français en primer término. Utiliza, como Monet, un punto de vista alto, aprovechando así los ángulos visuales en escorzo. Establece un juego de formas circulares y rectangulares; de verticales, formadas por los árboles y las farolas, cruzadas por la diagonal de la alargada calle, que en su parte final se convierte en una especie de espejismo.

En la obra del Museo Thyssen-Bornemisza, la escena está captada a primera hora de la tarde. Por la calle circulan varios coches de caballos y los peatones, que pertenecen a todos los estratos sociales, están individualizados y no tratados como masa. Ha llovido y todavía caen algunas gotas, lo que hace que algunos viandantes lleven abiertos sus paraguas. En otra versión, la escena está iluminada por la fuerte luz del sol de la mañana y en la tercera de las versiones, la ciudad está ensombrecida por la apagada luz del atardecer.

El punto de vista alto era también un recurso del que se valía el pintor para distanciarse de la escena. Este encuadre, utilizado por Pissarro para los temas urbanos, difiere del de los paisajes o las escenas rurales, pintados con un punto de vista más próximo, para expresar el contraste entre la vida del campo y la vida de la ciudad. No hay que olvidar que las últimas obras de Pissarro coinciden con la radicalización de su ideología, que se fue acercando paulatinamente al movimiento anarquista. Fiel a estas ideas políticas, el mundo rural era mostrado como modelo de un estilo de vida armonioso, como representación idílica de una nueva Arcadia. Frente a la ciudad, Pissarro adopta en cambio una cierta lejanía y asume el papel de flâneur baudelariano. Con sus magníficas dotes de observación nos hace una evocación pictórica de la nueva vida de la ciudad: «Mis ideas no son quizá muy estéticas pero estoy contento de pintar estas calles de París de las que se opina a menudo que no tienen carácter. Son muy diferentes, muy modernas». La relación entre la modernización urbana de la capital francesa llevada a cabo por Napoleón III y la nueva pintura impresionista tiene su mejor demostración en esta obra.

Paloma Alarcó

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