Patinadores en invierno (El jardín del Pequeño Trianón en Versalles) (?)
Según las informaciones que amablemente nos ha facilitado Louis-André Valtat, nieto del artista, que prepara una nueva edición del catalogue raisonné de la obra del pintor, Valtat ejecutó este cuadro hacia 1900. El lugar representado, un jardín público nevado en el que se ha dispuesto una pista para patinar, podría ser el jardín del Pequeño Trianón en Versalles. Según los planos, el punto de vista que adopta Valtat podría situarse a la izquierda del puentecito por el que se llega al Templo del Amor, del lado del paseo de San Antonio. Los álamos han desaparecido pero el río sigue en su sitio y su curso traza igualmente una curva. Al fondo, en línea con ésta, se dibuja claramente la fachada lateral del Pequeño Trianón. El artista, cuya familia vivía en Versalles desde 1880, se había criado cerca de este jardín histórico, que todavía hoy es uno de los lugares predilectos de los habitantes de Versalles cuando salen a pasear.
Varios años antes, en 1868, Renoir había pintado Patinando en el Bois de Boulogne (colección particular), cuadro que presenta a grandes rasgos una composición parecida a la de Valtat. Es posible que este último tuviera ocasión de ver la obra de Renoir en la galería de Ambroise Vollard, marchante de ambos. Aunque también puede ser que hubiera visto exclusivamente su reproducción fotográfica, pues Vollard reunía en aquella época los documentos necesarios para preparar el catálogo anotado de Renoir. Pero el lienzo que aquí comentamos revela la originalidad del arte de Valtat y un innegable sentido del humor. En primer término, las aves -ocas y patos- quedan reducidas a unas siluetas esquemáticas, algo caricaturescas. Estas aves, muy colocadas a lo largo de la orilla, están alineadas como para una función y se diría que son las protagonistas del lienzo. Y es que el artista ha relegado a segundo término las figurillas oscuras, esbozadas con vivacidad, de los patinadores que giran sobre la porción de hielo que se ha reservado para ellos, y el escorzo que ejecuta el pintor les confiere un aspecto de insectos, minúsculos en comparación con las ocas.
La pincelada empastada, trabajada, variada, a veces con una viveza cromática inesperada, pone de manifiesto el temperamento prefauvista del pintor. La composición se organiza en dos grandes zonas de tonalidades contrastadas: en primer término, los tonos fríos; en segundo, los colores cálidos. El tratamiento de la nieve es particularmente admirable y la hermosa orquestación de blancos realzados con toques de azul, gris y rosa, está a la altura de los paisajes nevados de Monet. El agua es de un azul pizarra, los álamos están descritos como si fueran llamas, en tonalidades rojizas que caldean la gama, perfectamente observada, de un cielo de nieve, gris y pesado, de cromatismo incierto. Esta elaboración casi táctil del color del cielo, en el que se mezclan los rosas, malvas, lilas, azules, grises, blancos, e incluso algunas pinceladas rojas, pone de manifiesto una incontestable predilección por el color. La sombras disimuladas y la simplificación de la composición y de la perspectiva, confieren modernidad a este paisaje emblemático de la producción del artista en los albores del nuevo siglo.
Marina Ferretti