Desnudo
Entre 1911 y 1914 Marc Chagall residió por primera vez en París, donde pintó este Desnudo de la colección Thyssen-Bornemisza. El pintor llegó a la capital francesa junto a Leon Bakst, su profesor en San Petersburgo, y, según su propio relato, inmediatamente se sintió seducido por el arte francés: «Bakst le dio un giro a mi vida —escribía Chagall—. Nunca olvidaré a este hombre. En 1911 me invitó a ir con él a París como su asistente, pero allí nos separamos y yo caí en el ambiente de los artistas europeos contemporáneos. En el Louvre, delante de la Olimpia de Manet, de Courbet y de Delacroix, entendí lo que son el arte ruso y Occidente. Me sentí cautivado por el sentido de la medida y el gusto de la pintura francesa».
El joven pintor, procedente del lejano y provinciano pueblo judío de Vitebsk, intentó abrirse camino en la entonces gran capital del arte. Hizo amistad con los pintores Fernand Léger, Amedeo Modigliani y Chaïm Soutine y los poetas André Salmon, Max Jacob y Guillaume Apollinaire. En 1913, logró exponer en el Salon des Indépendants y participó en el Erster Deutscher Herbstsalon, organizado por Herwarth Walden en su galería Der Sturm de Berlín, donde un año después se presentaría una exposición individual suya. El año 1913 también aparece inscrito en este gouache junto a la firma del pintor, pero algunos autores consideran que, como ocurre en la mayoría de sus obras, fue seguramente añadido con posterioridad.
Asimismo, en 1913, en el mes de mayo, se estrenaba en París La consagración de la primavera, la primera producción realmente experimental de los ballets rusos de Diághilev, una obra que unió a dos grandes innovadores de la música y la danza, Stravinski y Nijinski. La relación de Chagall con Bakst, colaborador de los ballets rusos, ha llevado a vincular este Desnudo con la figura de Nijinski, la estrella indiscutible de la compañía, a quien Chagall, según relata en sus memorias, había conocido en la escuela de arte Zventseva de San Petersburgo antes de ir a París. Nijinski introdujo importantes novedades coreográficas que revolucionaron las normas académicas de la danza, unas novedades que pueden tener su perfecta correspondencia pictórica en esta figura dislocada.
Además, como puede apreciarse en esta pequeña pintura, en la capital francesa Chagall se impregnó de las tendencias artísticas europeas sin perder cierto primitivismo o ingenuismo propio de la tradiciones populares rusas. La geometría y desarticulación de este cuerpo masculino desnudo están próximos al cubismo, mientras que el colorido brillante está en relación con la pintura fauve. Por otra parte, si bien nunca logró liberarse de sus orígenes judíos, que saldrán a la luz permanentemente en su obra, la primera intención de Chagall al decidir dedicarse a la pintura había sido liberarse de la tradición del judaísmo hasídico, que consideraba sacrílega la representación de imágenes del hombre. Quizás por ello, Chagall se mantuvo siempre dentro de la figuración y jamás se adentró en la abstracción como la mayoría de sus compatriotas.
La primera propietaria de la obra fue Ida Bienert, residente en Dresde, que se convirtió durante los años veinte en una de las principales coleccionistas de arte moderno en Alemania.
Paloma Alarcó