Cristo resucitado
Esta tabla que representa a Cristo resucitado procede de la colección de la familia Pusterla della Porta de Milán, en la que estuvo registrada desde 1590 hasta el primer cuarto del siglo XX. Fue adquirida para la colección Thyssen-Bornemisza en 1937; entonces pertenecía a la colección de la condesa Teresa Soranzo-Mocenigo, con sede también en Milán. Desde que fue publicada por primera vez por Müller Walde, en 1898, ha sido objeto de varios estudios en los que se ha discutido ampliamente su atribución, que ha oscilado siempre entre Bramante y Bramantino. Müller Walde y los autores de los antiguos catálogos de la colección Thyssen-Bornemisza la adscribieron a la producción de Bramante. Fue Suida, en 1905, el primero que apuntó la posibilidad de que fuese obra de Bartolomeo Suardi, un discípulo de Bramante conocido como Bramantino. Hoy se considera una de las obras maestras de este artista. Fue fechada por Mulazzani hacia 1490, situándola en una etapa temprana de la carrera pictórica de este artista.
Bramantino, que estudió a los artistas lombardos, estuvo influido en sus primeros trabajos por Donato Bramante. Entre los atributos por los que se sintió más atraído se encuentran el uso de la luz, los aspectos lineales y gráficos de la construcción de los volúmenes y el uso de la perspectiva. Bramantino trabajó en Milán para Gian Giacomo Trivulzio, para el que diseñó una serie de cartones para tapices cuyo tema eran los meses del año. En sus pinturas de madurez desarrollará un interés por la cultura clásica que le llevará a introducir en sus composiciones fragmentos arquitectónicos y escultóricos.
El tema de esta tabla ha sido objeto de consideración. En anteriores publicaciones y en algunas exposiciones, el cuadro fue presentado como un Ecce Homo o Varón de Dolores, pero posteriormente la imagen ha sido interpretada como la de un Cristo resucitado, título con el que figura actualmente. Las razones que originaron esta sustancial modificación se basaron en una revisión del modelo iconográfico. El Ecce Homo es el Cristo presentado al pueblo tras la flagelación y la coronación de espinas. Esa imagen, difundida desde finales del siglo XV, muestra a un Cristo con la corona ceñida en su frente, sangrando, el manto púrpura, la caña y las manos atadas. Ninguno de estos atributos se encuentra en esta obra de Bramantino. Aquí Cristo aparece de frente mostrándonos ostensiblemente las heridas de su pasión, que, con realismo, se dibujan en sus manos y en el costado que tapa con su túnica. La representación de las llagas llevó a identificar esta imagen con Cristo resucitado y a sugerir que el fondo oscuro que aparece a su derecha pudiera ser la sepultura. A la izquierda, Bramantino ha pintado un paisaje con un río en el que flota una nave con mástil en T y dos tiendas de campaña rematadas por una bola de oro.
Este Cristo resucitado de Bramantino dista mucho de las representaciones en las que Jesús, vencedor de la muerte, aparece triunfante. El Salvador es mostrado aquí con los ojos enrojecidos y una expresión de intenso dolor y tristeza. La figura, construida con una palidez casi fantasmagórica, contrasta con los tonos más rojizos y vivos que el pintor ha empleado en el rostro, el cabello y las manos. Cristo, de pie y de tres cuartos, está dibujado con gran precisión, como apreciamos en los dedos, en el brazo extendido y en su musculatura. Este Cristo está inspirado en el Cristo atado a la columna de Donato Bramante, de la abadía de Chiaravalle, en depósito en la Pinacoteca di Brera de Milán desde 1915. Bramante, en esta tabla, juega con el espacio interior donde ha colocado a Jesús, consiguiendo con los elementos arquitectónicos como la pilastra a la que está atado el Salvador, pero sobre todo con la luz, un amplio recinto. Este Cristo concentra en su cara, pese a la penumbra que envuelve su rostro, una expresión lo suficientemente vívida para conducirnos a la esfera de las emociones, camino que Bramantino ha tomado en esta pintura. En el museo de la cartuja de Pavía existe otra pintura, de formato un poco mayor a la nuestra, en la que se vuelve a repetir, con mayor suavidad de trazos, la misma composición.
Mar Borobia