La Presentación en el templo
Estas dos tablas fueron realizadas por un pintor anónimo del siglo XV y podrían haber estado incluidas en un conjunto de mayor envergadura. Las obras se recortaron en sus bordes, como se aprecia en el detalle de las dos manos que aparecen en un extremo de El Nacimiento de la Virgen, y que bien podrían corresponder a una figura orante. Ambas pinturas están ubicadas en interiores, construidos de manera sencilla, y en los que las figuras y los objetos se colocan en el espacio con cierta dificultad. En El Nacimiento de la Virgen se observa a santa Ana sentada en la cama, dónde acaba de dar a luz a su hija. A su alrededor aparecen las mujeres que estuvieron presentes en el momento del alumbramiento, una de ellas a los pies del lecho y con la Virgen en sus brazos. La Presentación en el templo nos muestra el interior de una iglesia, con un altar que separa a los tres personajes que aparecen: Simeón, a la derecha, y la Virgen con el Niño, a la izquierda. Ambos paneles se han relacionado, en cuanto al estilo, con tres obras más.
Estas dos tablas, que ingresaron juntas en la colección Thyssen-Bornemisza en 1967, formaban parte de un mismo conjunto. Sus dimensiones fueron modificadas, en fecha desconocida, pues sus bordes presentan señales de haber sido recortados, afectando esta acción a la composición del Nacimiento de la Virgen, donde se intuye la presencia de una figura, tal vez de un orante, a la derecha, al pie del lecho y de la que sólo quedan las manos.
Las dos tablas sugieren que el conjunto del que formaron parte, que hubo de ser de una gran riqueza por el oro y la plata que se aplica en zonas amplias y concretas de los interiores, tal vez estuvo dedicado a la vida de la Virgen. En El Nacimiento de la Virgen, que se presenta en el interior de una estancia, santa Ana, completamente vestida, con la toca y el halo, permanece todavía en la cama. El jergón, que se cubre con una colcha ricamente ornada, establece, por su posición, una diagonal que articula el espacio y que lo divide en dos zonas bien definidas donde se colocan las figuras. En la primera, una joven, sentada en un banco, tras bañar y fajar a María, la acuna en sus brazos. Mientras tanto, santa Ana, antes del almuerzo, se lava las manos, tarea en la que es asistida por una mujer, mientras que otra le acerca la comida en dos recipientes cubiertos por un lienzo. El Nacimiento de la Virgen no aparece en los Evangelios, siendo los Apócrifos una de las fuentes a las que hay que recurrir para encontrar referencias del parto de santa Ana.
En La Presentación en el templo, el artista ha optado por instalar el pasaje en el interior de una iglesia gótica, donde el espacio, como en la escena anterior, se divide con un altar a cuyos lados ha acomodado a los personajes esenciales. Simeón, a la derecha, va a recibir al Niño en sus brazos, que quedan ocultos bajo una tela blanca en señal de respeto, pues así evita que sus manos toquen directamente el cuerpo divino del Salvador. El Niño, que en este contexto es el vínculo que une las dos partes de la composición, mantiene una relación afectiva con su Madre, a la que mira y coge cariñosamente de su toca.
Estos dos interiores se representan con ingenuidad, están construidos con pocos elementos y con un poco de torpeza, pues al aplicar las leyes de la perspectiva el lecho de santa Ana o el altar de la Presentación se insertan mal en el espacio, pero ambos son los suficientemente eficaces para crear un ambiente. Las figuras guardan similitudes en sus rasgos fisonómicos, siendo reveladora la manera en que el artista construye las bocas de los personajes: pequeñas, con el labio superior pronunciado en el centro y con las comisuras ligeramente hacia abajo.
Estos dos episodios se han relacionado estilísticamente con dos tablas más con las que mantienen analogías en la construcción de las cabezas, en el tipo de figuras, en la combinación del oro y en la gama cromática. Se trata de un Pentecostés en Donaueschingen y de una cabeza de la Virgen conservada en la Kunsthalle de Karlsruhe, ejecuciones ambas que están próximas a la del artista de estas tablas o a su entorno. A este grupo, Lübbeke añadió una Anunciación que perteneció a la colección Chillingworth y que, por sus características, no excluye que formara parte del mismo conjunto que nuestras pinturas.
Mar Borobia