Cuatro "sgabelli"
Conjunto de cuatro sgabelli o taburetes con respaldo, realizados en madera de nogal recortada, calada, tallada a medio y bajorrelieve y parcialmente dorada con lumegiature o toques de oro para resaltar determinados elementos de la decoración. El asiento propiamente dicho está constituido por una estructura seudo tronco-piramidal formada por dos tablas -frontal y trasera- que sirven de soporte y por dos travesaños laterales de cintura, que ensamblan entre las anteriores, a caja y espiga; asimismo, a modo de chambrana, se dispone perpendicularmente al frente, un travesaño torneado en forma de balaustre, también acoplado a caja y espiga. La tabla del asiento aparece dispuesta a tope y sujeta con clavos de hierro. Ésta es rectangular con las esquinas recortadas, tiene una especie de lengüeta calada en la trasera, donde se sujeta el tablero del respaldo, y en su cara superior presenta un leve rebajo circular moldurado, realizado a torno, y un asidero calado en medio. El respaldo, dispuesto con inclinación, está formado por una sola tabla con una larga espiga, recortada en su testa inferior, que atraviesa la tabla del asiento por su zona trasera y se fija con dos pasadores o clavijas de madera bajo ésta.
Estos muebles, antecesores de las sillas inglesas para vestíbulo, están concebidos para ser arrimados a las paredes y presentan, por tanto, un acusado sentido de frontalidad. Todas las tablas de que constan, presentan su contorno recortado y decoración tallada cubriendo las caras anteriores del respaldo y del soporte delantero y los cantos y testa frontal de la tabla del asiento. El respaldo está formado por dos registros decorativos; el superior, a modo de copete, consta de dos tornapuntas de «S» mixtilíneas anilladas sobre una palmeta y el inferior de otras dos tornapuntas de parecida forma pero de perfil sinuoso y de mayores dimensiones, colocadas a los lados de una cartela de cueros recortados, en cuyo seno se dispone un espejo oval sobre el que se esquematiza un escudo heráldico no identificado. Los bordes de la tabla de asiento presentan acanaladuras verticales a modo de agallones. La tabla frontal inferior, que actúa de soporte, compone su decoración en tres registros, separados por frisos de guillocas que ayudan a romper la verticalidad general, propia de este tipo de asientos. El registro superior de ésta se adorna con una roseta central inscrita en un tondo y dos medias, a modo de crecientes, a los lados; los dos registros inferiores presentan una composición común, interrumpida por el ya citado friso de guillocas, desarrollando acantos y el cuerpo de dos delfines cuyas bocas tocan el suelo y cuyas colas tienden a divergir, ocasionando un espacio central donde se dispone de nuevo una cartela de cueros recortados con espejo ovoideo en el centro. La tabla trasera de soporte presenta su perfil recortado igual que la delantera pero carece de decoración tallada.
En el caso de estos cuatro sgabelli parece tratarse de muebles o muy restaurados o realizados a partir de varios fragmentos originales complementados con partes nuevas. Este tipo de trabajos de manipulación de lo antiguo fueron -en lo que al mueble renacentista italiano se refiere- frecuentes a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, en parte debido a que los coleccionistas de la época sólo apreciaban las piezas de excepcional calidad y de conservación impecable, en ocasiones sin importarles realmente la veracidad de las mismas. Las marcas dejadas por el cepillo y la sierra manual utilizados para el labrado de los distintos componentes que constituyen este conjunto de sillas, son por lo general demasiado evidentes y, además, desiguales en cada silla, unas denotan cortes demasiado precisos y nítidos para ser antiguos y otras son más toscas y gruesas, a veces en exceso, evidenciándose facturas diferentes que pueden hacer pensar en artífices o talleres diferentes y en épocas distintas. Las traseras de los respaldos no presentan un labrado homogéneo. Determinadas partes sustanciales de estas sillas presentan decoraciones talladas por manos diferentes y sin desgaste por uso y paso del tiempo, las marcas dejadas por las gubias al esculpir la madera son apreciables demasiado nítidamente, lo que hace pensar en importantes sustituciones posteriores a la época de su realización. La pátina del nogal, con ciertas desigualdades, carece de la intensidad que podría tener tratándose de muebles del siglo XVI, cuyo acabado se realizaba con cera de abejas. Tan sólo uno de estos sgabelli presenta un mejor aspecto general, con desgastes más lógicos, con marcas de herramientas más convincentes y con mejor pátina.
Los sgabelli o taburetes italianos renacentistas se originaron en la región de Toscana durante el siglo XV. Los más antiguos conservados presentan tres patas divergentes y un estrecho e inclinado respaldo que atraviesa la pequeña tabla del asiento y se sujeta por debajo de ella. Se conocen dos ejemplares con esta estructura con el escudo de los Strozzi, en tondos dispuestos en la parte superior del respaldo; uno se conserva en el Museo Horne de Florencia y el otro en el Metropolitan Museum de Nueva York. Durante el siglo XVI esta tipología alcanza una gran difusión, documentándose prácticamente por todas las regiones de Italia, presentando como única transformación estructural digna de mención, la sustitución de su primer apoyo trípode por dos tablas, frontal y trasera, colocadas con cierta inclinación y de manera divergente, acentuando así su estabilidad. A lo largo de la centuria este tipo de taburete, que puede tener o no respaldo, mantiene su carácter de mueble representativo -motivo por el que con frecuencia ostentan escudos- y de lujo, mostrando en los mejores ejemplares una decoración tallada equivalente en calidad y abigarramiento a la de las mejores arcas coetáneas.
Debido a la idiosincrasia de la Italia del Renacimiento -dividida en muy diversos territorios con personalidad propia frecuentemente diferenciada-, la bibliografía especializada viene intentando clasificar geográficamente estos y otros muebles, basándose para ello con frecuencia sólo en el lugar donde hayan sido encontrados -sin tener en cuenta la continua descontextualización que ha sufrido el mobiliario a lo largo de los siglos- y en una serie de criterios estilísticos, muchas veces preestablecidos a partir de supuestos difíciles o imposibles de comprobar, en ocasiones elaborados a partir del análisis de piezas cuya autenticidad o procedencia no han sido comprobadas de manera rigurosa. Los estudios más recientes publicados tratan de resolver este serio problema en que se encuentra la historia del mobiliario italiano del Renacimiento, ocupándose primordialmente de mobiliario «seguro» en cuanto a época y procedencia; quizás este sea el motivo por el que parece que en los libros más recientes y rigurosos aparecen reproducidos menos muebles renacentistas que en los de hace treinta años o más.
Esta situación de confusión afecta, lógicamente, al estudio de estos cuatro sgabelli de la Colección Thyssen-Bornemisza. En primer lugar, por la falta de garantías que sobre su autenticidad proporciona su análisis visual, y en segundo porque casi se pueden citar para ellos tantas procedencias geográficas diferentes como autores italianos consultados.
En 1918, Hunter reprodujo dos sgabelli que tienen que ver con estos que estudiamos, sin especificar su procedencia geográfica; uno de ellos, conservado en la Villa Pía de Florencia presenta respaldo de igual composición; el otro, perteneciente a la colección del Palacio Davanzati, es prácticamente exacto en su totalidad.
En 1927, en el catálogo de la venta de la colección de arte italiano del profesor Elia Volpi, se clasificaron cuatro sgabelli idénticos a estos de la Colección Thyssen-Bornemisza como de Umbria y, además, como procedentes del Palacio Ducal de Urbino. Estos sgabelli son tan parecidos a los de la Colección Thyssen-Bornemisza que casi se puede pensar que son los mismos. Los dos primeros lotes se remataron en 150 dólares cada uno, el tercero en 170 y el cuarto, a pesar de que carecía de respaldo, también en 170.
Más recientemente Cantelli, en 1973, mantiene la misma clasificación para este modelo de silla con tornapuntas y delfines, reproduciendo un sgabello muy similar. Años después, Alberici, en su libro sobre la historia del mobiliario veneciano de 1980, vuelve a ocuparse del mismo tipo clasificándolo como veneciano, sin hacer mención alguna de las clasificaciones anteriores.
Por otro lado son también varios los autores que han clasificado los sgabelli de este modelo como florentinos o toscanos. Podemos citar, por ejemplo, los que precisamente se han ocupado con anterioridad de su catalogación en la Colección Thyssen-Bornemisza; así los han considerado Feulner en 1951, Heinemann en 1958, Borghero en 1986 y De Watteville en 1989. No obstante, puede que sea ilustrativa de la problemática existente la no reproducción gráfica de dicho modelo en el más reciente estudio sobre el mobiliario toscano, publicado en 1993 por Massinelli.
Cuestión sobre la que tampoco parecen ponerse de acuerdo los distintos autores consultados es la de su datación. Unos plantean una fecha un tanto temprana al situarlos a comienzos del siglo XVI, sin tener en cuenta el aspecto manierista de su decoración, y otros la retrasan, quizás más razonablemente, a mediados e incluso a la segunda mitad de dicha centuria.
Casto Castellanos Ruiz y Sofía Rodríguez Bernis