La Virgen y el Niño con san Juanito y san Jerónimo
Domenico di Giacomo di Pace, conocido como Beccafumi, es una de las figuras más destacadas dentro del manierismo toscano. Una de las fuentes de información para su biografía es, como en la de otros muchos artistas, Vasari. Éste da cuenta en su obra de los humildes orígenes del pintor, que, sin embargo, se han visto cuestionados por un documento temprano donde se le menciona como propietario de una tierra. En la pintura de Beccafumi predomina un fuerte componente sienés, que el artista envuelve hábilmente con elementos procedentes del mundo florentino y romano. Uno de los primeros trabajos que se conocen del pintor es un tríptico hecho para la capilla dedicada a la Madonna del Manto en el Ospedale di Santa Maria della Scala, en Siena, que se conserva en la Pinacoteca Nazionale de esa ciudad y cuyo tema central, una Trinidad, se enmarca a los lados por dos parejas de santos de tendencia estilizada y con unas formas que desprenden una gran delicadeza. El artista realizó un viaje a Roma entre 1510 y 1511, al que siguió probablemente un segundo en 1519, año este en el que se le encargaron unos mosaicos para el pavimento del Duomo de Siena.
Este tondo, soporte circular que se utilizó con una cierta asiduidad en el Renacimiento, entró en la colección Thyssen-Bornemisza en 1981 procedente de la colección de Silvano Lodi, en Campione d’Italia. La pintura, casi desconocida para la crítica hasta ese momento, fue objeto de un extenso comentario, en 1983, por parte de Fabio Bisogni, que la dató entre 1523 y 1525. Desde esa fecha se fue incluyendo entre los trabajos de Beccafumi y en monografías dedicadas al artista, como las de Piero Torriti y Pascale Dubus.
Beccafumi centra su composición en la figura triangular de la Virgen, que, con el Niño, ha sentado en primer plano. A su lado, en un espacio que intuimos más que percibimos, incluye dos figuras: san Jerónimo a la izquierda, que identificamos por la piedra que se lleva a su pecho, y san Juanito a la derecha, con una cruz ligera y una filacteria, al que personifica con una intensa cabellera pelirroja. Jesús, que está sentado sobre un cojín amarillo y sostiene en sus manos un libro, gira su cabeza hacia san Jerónimo en un complicado contrapposto. En esta tabla hay que subrayar el colorido y la iluminación, dos elementos con los que el pintor juega y con los que crea unos ritmos particulares. Los tonos elegidos para María son brillantes e intensos y con ellos logra bellas contraposiciones, como la conseguida entre el azul del manto, el verde del forro, el rosa de la camisa y el fuerte amarillo del cojín donde descansa el Niño. El esquema que el pintor presenta en esta tabla, que empleó en otras ocasiones a lo largo de su carrera, lo encontramos en una obra temprana como la Sagrada Familia de la Alte Pinakothek de Múnich, en la que hay un paisaje de fondo. El modelo para san Juanito aparece en el putti que acompaña a Venus en la tabla de Birminghan del Barber Institute of Fine Arts, y el modelo para Jesús en los Desposorios místicos de santa Catalina del Ermitage de San Petersburgo.
Mar Borobia