31 de diciembre: abrimos de 10:00 a 15:00. 1 de enero: museo cerrado.

Cuando Bierstadt pintó Las cataratas de San Antonio en su estudio de Nueva York, trató de recuperar la grandeza original del lugar, no sin una velada crítica a la destrucción de uno de los enclaves naturales más singulares de los Estados Unidos. Por ello, en vez de ofrecernos una imagen del estado real de la zona, optó por reconstruir su belleza primitiva, siguiendo los patrones del paisajismo tradicional.
En el lienzo, un grupo de árboles abre la composición a una amplia vista de las cataratas. La luz del atardecer procedente del fondo, amplificada por las gotas de agua en suspensión, envuelve las formas en tonos dorados. Hasta aquí todo recuerda a los cuadros de Claudio de Lorena. El protagonismo concedido al salto de agua, cuyo tamaño es en realidad el de las cataratas del Niágara, remite sin embargo a la formación del artista americano en Alemania. Ahora bien, Bierstadt consideraba la geografía americana superior a la europea en belleza y monumentalidad. Ello se evidencia en la grandiosidad de paisajes como el que nos ocupa. Asimismo es nueva la minuciosidad en la captación de la vegetación en primer plano, fruto del interés de Bierstadt por la botánica, compartido con artistas como Frederic Edwin Church.
Además de varios indios, en primer término encontramos la figura de un hombre de espaldas con sombrero y cayado. Los estudios más recientes han señalado que podría tratarse del misionero franciscano Louis Hennepin, quien descubrió las cataratas en 1680.

JAL

Siglo XIXs. XIX - P. norteamericana. Escuela del río HudsonPinturaÓleolienzo
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