François Boucher
Hijo de un artesano y pintor, Boucher sobresalió desde muy joven por su habilidad y facilidad para las bellas artes. Formado con el pintor François Lemoyne entre 1721 y 1723, ganó en 1723 el premio de la Academia de Roma. Continuó sus estudios en el campo de la estampación con el grabador Jean- François Cars, reproduciendo en esta etapa obras de Watteau. Boucher nunca abandonó el grabado y continuó ilustrando libros durante toda su carrera. Entre 1727 y 1731 visitó Italia para ampliar sus conocimientos, donde pintó en el transcurso de su estancia temas históricos y religiosos. En Italia estuvo en Roma, en Génova y en Parma, dedicando su tiempo a estudiar la obra de Correggio y de los venecianos. El éxito llegó a Boucher a través de sus escenas galantes donde el artista encontró su estilo. En 1734 fue admitido en la Académie donde presentó la obra Rinaldo y Armida, hoy en el Musée du Louvre, y tres años más tarde fue nombrado profesor de esa institución. Recibió su primer encargo real en 1731: una serie de cuatro grisallas para el apartamento de la reina en el palacio de Versalles, desde entonces fue requerido por la corte para distintos trabajos durante el resto de su vida. Boucher alternó la pintura con la decoración de los objetos más diversos: muebles, abanicos, porcelanas de Sèvres y telones de teatro con escenas bucólicas. En su etapa de madurez, entre 1734 y 1764, destaca la década de 1740 en la que ejecutó varias de sus obras maestras. Boucher entre otros cargos ocupó el de decorador de la Academia Real de Música entre 1744 y 1748, el de director de la fábrica de tapices de los Gobelinos en 1755 y el de director de la Académie en 1765; ese año también fue nombrado pintor del rey. Protegido de Madame Pompadour, expuso en los Salones desde 1740, siendo objeto de encendidos comentarios y críticas por parte de Diderot en la década de 1760, momento en el que la estética de Boucher empezaba a declinar. Fue un artista de gran versatilidad, en cuyo repertorio se incluyen todo tipo de temas, desde religiosos y mitológicos hasta retratos, escenas campestres y pastorales, así como paisajes. Su fama llegó hasta Suecia, de donde recibió encargos para las colecciones reales.