Puerto de Cassis con dos tartanas
hacia 1905
Óleo sobre lienzo.
65 x 81 cm
Colección Carmen Thyssen
Nº INV. (
CTB.1999.32
)
No expuesta
Durante su servicio militar, el joven Camoin fue destinado a Aix-en-Provence, y así pudo acercarse a Cézanne y visitarle asiduamente durante tres meses de 1902. De ahí nació una íntima amistad y una correspondencia epistolar que se mantuvo hasta la muerte del maestro de Aix y cuyas hojas Camoin atesoraría durante el resto de su vida. Todavía en 1904, la influencia de Cézanne era muy visible en la pintura de Camoin. Pero al año siguiente, en 1905, el pintor se adscribió al grupo de los fauves, exponiendo con ellos en el Salon d'Automne, con Matisse y Marquet (a quienes había conocido años atrás en el taller de Gustave Moreau, de quien eran discípulos), con Manguin y Puy, Derain y Vlaminck... La mayoría de ellos trabajaban durante largas temporadas en Provenza, en los parajes de L'Estaque, Cassis o Saint-Tropez. A comienzos de junio de 1905, Camoin se unió a su amigo Marquet en Saint-Tropez. El 28 de junio escribía a Matisse: «Nos han alegrado tus buenas noticias, el saber que estás más o menos satisfecho de tu trabajo. Por aquí, al menos en lo que a mí se refiere, no puedo decir lo mismo. He pasado en Cassis estos últimos días y no he hecho más que una tela. He venido a Saint-Tropez con la intención de recuperarme y pasamos el tiempo aquí chupando pajitas mientras esperamos el sol».
En el ámbito recogido, íntimo, de este pequeño puerto de la costa azul, Camoin entona un canto a la luz del Mediterráneo. Camoin es un fauve muy moderado; sólo usa las combinaciones de colores intensos al abordar ciertos motivos concretos, como el vestido de una joven napolitana o una calle engalanada de banderas. Como Marquet, prefiere plasmar la luz cargando los colores de blanco. En algunas zonas del cuadro que nos ocupa (por ejemplo en las montañas), persiste algo de la fórmula cloisonniste heredada, con los aplats de color encerrados entre contornos oscuros. Por otra parte, las pinceladas sueltas de los reflejos en el agua ostentan la deuda del pintor con la tradición impresionista. Pero esta libertad de factura se encuadra en una composición clásica y rigurosa, definida por los mástiles de los barcos (uno de los cuales coincide además con un valle en el perfil de las montañas) y la horizontal del borde del muelle.
Guillermo Solana
En el ámbito recogido, íntimo, de este pequeño puerto de la costa azul, Camoin entona un canto a la luz del Mediterráneo. Camoin es un fauve muy moderado; sólo usa las combinaciones de colores intensos al abordar ciertos motivos concretos, como el vestido de una joven napolitana o una calle engalanada de banderas. Como Marquet, prefiere plasmar la luz cargando los colores de blanco. En algunas zonas del cuadro que nos ocupa (por ejemplo en las montañas), persiste algo de la fórmula cloisonniste heredada, con los aplats de color encerrados entre contornos oscuros. Por otra parte, las pinceladas sueltas de los reflejos en el agua ostentan la deuda del pintor con la tradición impresionista. Pero esta libertad de factura se encuadra en una composición clásica y rigurosa, definida por los mástiles de los barcos (uno de los cuales coincide además con un valle en el perfil de las montañas) y la horizontal del borde del muelle.
Guillermo Solana