Retrato del Conde Fulvio Grati
Giuseppe Maria Crespi fue el artista más sobresaliente de la escuela boloñesa del último barroco. Crespi trató el óleo y el fresco pero también se interesó por la ilustración. En cuanto a su temática encontramos asuntos religiosos, que se intensifican en los últimos años de su carrera, historias mitológicas, retratos y pintura de género, que va a constituir, por su enfoque, el capítulo más importante de su legado. Crespi se formó en el círculo boloñés con artistas como Domenico Maria Canuti y Carlo Cignani, nombres a los que hay que unir el de Gian Antonio Burrini, con quien colaboró como ayudante y a través del que Crespi conoció a su primer protector: Giovanni Ricci. La formación de Crespi se enriqueció con el estudio de pintores como los Carracci y Guerino, a los que se añadieron artistas venecianos, como Tiziano y Veronés, y viajes que le llevaron a Emilia, las Marcas y la ciudad de la laguna. Crespi también participó en la fundación de la Accademia Clementina en Bolonia, inaugurada en 1710, de la que fue director. Entre sus trabajos como ilustrador se encuentran las estampas del célebre libro de Giulio Cesar Croce, Bertoldo e Bertoldino, diseñadas en la década de 1710.
Este gran retrato formó parte de la colección Salina Amorini de Bolonia e ingresó en la colección Thyssen-Bornemisza en 1974, procedente del comercio de arte suizo. La pintura se seleccionó, junto con otras obras italianas de los siglos xvii y xviii, para decorar la residencia de los barones en Inglaterra, Daylesford House, en cuyo hall de entrada estuvo expuesta en la década de 1980.
Crespi, por el repertorio de objetos que ha incorporado en el lienzo, nos transmite una de las aficiones del conde, la música, arte que además está presente de forma explícita en un grupo significativo de trabajos del artista. Fulvio Grati centraliza con su gran figura y con la luz esta teatral composición en la que sostiene un laúd que apoya en sus rodillas y que abraza, mientras la otra mano, en una mesa, nos lleva hasta una pequeña mandolina que coge con delicadeza. En este retrato al conde lo acompañan dos sirvientes: uno detrás, que se ocupa de colocar la inmensa cortina que sirve de fondo a la figura principal, y otro a nuestra derecha y vestido con gran riqueza, que lleva las partituras y cuya posición fue corregida por Crespi a juzgar por los arrepentimientos que encontramos a la altura de su pierna derecha y brazo izquierdo. El talento de Crespi para representar la naturaleza muerta, de la que tenemos significativos ejemplos, lo encontramos en el ángulo inferior izquierdo de este gran lienzo. Aquí ha organizado el rincón con un pequeño bodegón donde ha reunido el estuche del laúd, unas hojas sueltas con música y un libro tras el que asoma un can, sentado en sus cuartos traseros, que mira con curiosidad al frente.
La pintura se ha construido con un fuerte claroscuro con el que se destaca la figura principal, que también centra nuestra atención por su colorido, como el de la tela dorada que cubre sus rodillas y que consigue restar protagonismo al salmón con el que viste el asistente africano. La construcción del retrato se ha comparado, por su puesta en escena y por la posición de los brazos, con el del general Palffy, en la Gemäldegalerie de Dresde. Por su parte, Roberto Contini mencionó paralelismos con la Continencia de Escipión del Chrysler Museum de Norfolk, y apuntó la sugestiva hipótesis de que tal vez el Retrato del conde Fulvio Grati fuera pendant de la tela de la Pinacoteca Nazionale de Bolonia El cazador.
Mar Borobia