El estanque en el bosque
La fama de Degas como pintor de la forma humana moderna llegó a eclipsar por completo la de paisajista. Tal vez por ello, los únicos paisajes que conocían la mayoría de los estudiosos de su obra antes de 1993 eran los que sirvieron para ambientar sus escenas de carreras de caballos en las afueras de París. Sin embargo, Degas hizo tres tipos de paisajes, uno a pastel hacia 1869-1870, el segundo en monotipos en la segunda mitad de la década de 1870 y el tercero y último en monotipos de color hacia 1889-1890.
Este oscuro y enigmático paisaje no pertenece a ninguno de estos grupos, por lo que cabría encuadrarlo en lo que se podría definir como la «prehistoria» del paisajismo de Degas. A diferencia de los tres grupos posteriores, realizados sobre papel, estamos aquí ante un óleo sobre lienzo «tradicional», que se alinea dentro de la destacada tradición francesa de la pintura de paisaje que había adquirido renovado vigor a raíz de la publicación, en 1799, del tratado de Pierre-Henri Valenciennes sobre este género.
Pero este paisaje no está en absoluto en deuda con la tradición. Por el contrario, para ejecutar esta vista de una recóndita charca en medio del bosque, Degas recurre a los artistas de la escuela de Barbizon y a los paisajes algo posteriores, también con temas de bosques, de Gustave Courbet. Sin embargo, la decidida oscuridad de la composición y su superficie, relativamente rugosa, recuerdan más bien los paisajes que Gustave Courbet pintó en la ribera del Loue, en el extremo oriental de Francia, en las décadas de 1850 y 1860. Degas había visto estos cuadros tanto en las exposiciones del Salon como en galerías particulares de París.
En 1867, Degas acudió a los ensayos y a las representaciones de un ballet titulado «La Source». Este largo y ambicioso ballet, con música de Ludwig Minkus y Leo Delibes, ambientado en las exóticas y lejanas tierras que en la actualidad conforman la República de Georgia, resultaba al mismo tiempo orientalista por su vestuario y su exotismo histórico y realista por incorporar al escenario del teatro parisino un caballo y una charca de verdad. Inmediatamente se relacionó este último aspecto del decorado representado por Degas con los paisajes de Courbet. Y, si tenemos en cuenta que el «decorado» del ballet en el que Degas sitúa el ensayo en su cuadro definitivo (Mlle Fiocre en el ballet «La Source», Brooklyn Museum of Art, 1867-1868) es una charca en lo más profundo del bosque, es probable que, además de los numerosos apuntes de figura y estudios compositivos que los estudiosos de Degas conocen perfectamente, el artista hiciera también bocetos de paisaje.
Ciertamente el tema principal del cuadro mencionado de gran formato que presentó al Salón y un estudio de menores dimensiones con modelos de desnudo que ahora se encuentra en la Albright Know Art Galery de Buffalo, Nueva York es el reflejo en aguas profundas y oscuras. No hay nada más cercano en la obra de Degas, por ambiente, iluminación y tema, al cuadro de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza que estas dos composiciones con figuras. Pero, ¿qué pretendía Degas con esta obra? ¿Se limitó sencillamente a llevarse el lienzo y el caballete al escenario? O, lo que es más probable, cargó con los pertrechos hasta un recóndito lago del bosque de Fontainebleau, del de Boulogne, o de cualquier otro de las afueras de París? Cuando trabajaba a solas en cualquiera de estos lugares, bien pudo Degas haber estudiado los efectos de la sombra, la oscuridad del follaje y el agua sin que nada lo distrajera, aprendiendo lecciones que luego podría aplicar a sus composiciones con figuras pintadas ante el escenario o en su estudio.
Mientras que los cuadros de Courbet de la gruta y el valle del Loue presentan unas superficies muy empastadas, en las que se han aplicado con espátula varias capas de pintura, en el lienzo que aquí comentamos sucede prácticamente lo contrario. Degas ha aplicado los verdes y pardos oscuros sobre una imprimación blanca y luego ha utilizado la espátula para raspar la pintura, dejando a la vista la trama del lienzo y la imprimación blanca. Aunque su aspecto resulta tan «crudo» como el de un Courbet, la materia es sobre toda la superficie «magra» en tanto que en Courbet es «gruesa». Qué lejos se encontraba de sus supuestas fuentes «realistas». Mientras los demás se dirigían al bosque en busca de un mundo ajeno a la ciudad, Degas caminó hasta una pequeña charca y aprendió algunas lecciones que aplicaría a un gran retrato absolutamente urbano.
Richard R. Brettell