Simone
hacia 1907
Óleo sobre lienzo.
65,3 x 81,5 cm
Colección Carmen Thyssen
Nº INV. (
CTB.2000.61
)
No expuesta
Cuando la galería Durand-Ruel adquiere este cuadro en 1908, Georges d'Espagnat es ya un pintor de renombre. Ha expuesto en numerosas ocasiones en el Salon des Indépendants y es también asiduo del joven Salon d'Automne. Desde 1897, tiene un contrato con la galería Durand-Ruel que le organiza exposiciones y le compra obras con regularidad. El artista admira a Delacroix y a Rubens, así como a los grandes maestros venecianos, Tiziano y Tintoretto. Le gustan igualmente los pintores impresionistas, en particular Renoir, al que visitará en Cagnes junto con su amigo Valtat. No cabe duda de que Georges d'Espagnat es sensible al color pero, como revela el artículo que publicó en 1905 en el periódico Mercure de France, es un auténtico adalid del regreso a la composición en la pintura y observa, muy a su pesar, que en la producción de su época existen «pocos cuadros y muchos bocetos». En su opinión, el artista debe reunir los apuntes hechos del natural y luego «coordinarlos, extraer lo esencial, componer una obra definitiva, plena, sólidamente construida, lógicamente deducida»; y aún comenta: «sólo se reflexiona bien en el silencio del estudio». Termina expresando su homenaje a Delacroix, concluyendo el artículo con esta célebre cita: «La naturaleza no es más que un diccionario. Para comprender el alcance del sentido que se indica en esta frase, hay que tener en cuenta los usos corrientes y diversos del diccionario. En él se busca el sentido de las palabras, su génesis, la etimología de las mismas; además, de él se extraen todos los elementos que constituyen una frase o un relato, pero nadie ha considerado jamás un diccionario como una composición, en el sentido poético de la palabra».
Con ello, el artista comparte la preocupación esencial de la generación postimpresionista que, de Cézanne a los Nabis, sin olvidar Seurat ni Gauguin, proclama la necesidad de una vuelta al cuadro compuesto. En efecto: Georges d'Espagnat no «copia» en la obra que aquí comentamos un rincón de la naturaleza observado con pasión, al estilo impresionista, por la sencilla razón de que esta composición repite con total fidelidad un dibujo a pluma, obra de invención destinada a ilustrar un libro de poemas de Rémy de Gourmont titulado Simone, que se publicó en 1901. El dibujo de Georges d'Espagnat se incluye en la reedición de lujo del libro, publicada en 1907 por la Librairie du Mercure de France. Ilustra un poema titulado Le Houx (El acebo) y evidentemente se inspira en estos versos: «Simone, le soleil rit sur les feuilles de houx / Avril est revenu pour jouer avec nous. / Il porte des corbeilles de fleurs sur ses épaules» («Simone, el sol ríe sobre las hojas del acebo / Abril ha regresado para jugar con nosotros. / Lleva cestos de flores sobre los hombros»). Al mismo tiempo que el dibujo, o poco después, el artista pinta este cuadro al que alude en sus cuadernos con el título de Simone, un lienzo de tamaño 25 de Figura cuyas dimensiones aparecen bajo la rúbrica «1908, febrero, a Durand», lo que confirma la fecha de su venta al famoso marchante.
De este modo, aparte de la evidente relación temática con la pintura expresionista que supone la elección de una escena de la vida cotidiana al aire libre -cabe pensar, por ejemplo, en las Mujeres en el jardín de Monet-, d'Espagnat no se limita a plasmar en el lienzo un instante fugaz. Y a pesar de su minucioso análisis de la luz que se revela en el claro cielo por el que cruzan unas ligeras nubes que proyectan sombras en el primer término, el pintor nos ofrece una composición cuidadosamente medida. Los diferentes planos, paralelos a la superficie del lienzo, se escalonan con regularidad hasta las colinas del horizonte; los arriates de flores y las macetas colocadas en el antepecho de la ventana están dispuestos de manera simétrica; los colores cálidos y fríos están equilibrados, como lo están las líneas horizontales y verticales, suavizadas por las curvas de las masas vegetales y el cuerpo de la joven. Esta última, figura serena de una lectora, está tratada con los tonos ocres y rosas de los ladrillos y las flores. Las formas simplificadas resultan sintéticas y están claramente definidas. Una profunda sensación de armonía impregna esta obra, que es un eco en color del poema de Rémy de Gourmont.
Marina Ferretti
Con ello, el artista comparte la preocupación esencial de la generación postimpresionista que, de Cézanne a los Nabis, sin olvidar Seurat ni Gauguin, proclama la necesidad de una vuelta al cuadro compuesto. En efecto: Georges d'Espagnat no «copia» en la obra que aquí comentamos un rincón de la naturaleza observado con pasión, al estilo impresionista, por la sencilla razón de que esta composición repite con total fidelidad un dibujo a pluma, obra de invención destinada a ilustrar un libro de poemas de Rémy de Gourmont titulado Simone, que se publicó en 1901. El dibujo de Georges d'Espagnat se incluye en la reedición de lujo del libro, publicada en 1907 por la Librairie du Mercure de France. Ilustra un poema titulado Le Houx (El acebo) y evidentemente se inspira en estos versos: «Simone, le soleil rit sur les feuilles de houx / Avril est revenu pour jouer avec nous. / Il porte des corbeilles de fleurs sur ses épaules» («Simone, el sol ríe sobre las hojas del acebo / Abril ha regresado para jugar con nosotros. / Lleva cestos de flores sobre los hombros»). Al mismo tiempo que el dibujo, o poco después, el artista pinta este cuadro al que alude en sus cuadernos con el título de Simone, un lienzo de tamaño 25 de Figura cuyas dimensiones aparecen bajo la rúbrica «1908, febrero, a Durand», lo que confirma la fecha de su venta al famoso marchante.
De este modo, aparte de la evidente relación temática con la pintura expresionista que supone la elección de una escena de la vida cotidiana al aire libre -cabe pensar, por ejemplo, en las Mujeres en el jardín de Monet-, d'Espagnat no se limita a plasmar en el lienzo un instante fugaz. Y a pesar de su minucioso análisis de la luz que se revela en el claro cielo por el que cruzan unas ligeras nubes que proyectan sombras en el primer término, el pintor nos ofrece una composición cuidadosamente medida. Los diferentes planos, paralelos a la superficie del lienzo, se escalonan con regularidad hasta las colinas del horizonte; los arriates de flores y las macetas colocadas en el antepecho de la ventana están dispuestos de manera simétrica; los colores cálidos y fríos están equilibrados, como lo están las líneas horizontales y verticales, suavizadas por las curvas de las masas vegetales y el cuerpo de la joven. Esta última, figura serena de una lectora, está tratada con los tonos ocres y rosas de los ladrillos y las flores. Las formas simplificadas resultan sintéticas y están claramente definidas. Una profunda sensación de armonía impregna esta obra, que es un eco en color del poema de Rémy de Gourmont.
Marina Ferretti