El Buen Samaritano
Uno de los trabajos más populares de Domenico Fetti, a juzgar por el número de versiones y copias que se conocen, fue el ciclo de las parábolas, ejecutado entre 1618 y 1621, que decoró una estancia conocida como la Grotta de Isabel d’Este en Mantua. Este encargo está vinculado con la estancia del pintor en esta ciudad italiana pero, sobre todo, con la figura de Ferdinando de Gonzaga, a quien el pintor conoció en Roma cuando era cardenal y para quien continuó trabajando cuando Ferdinando, en 1613, se convirtió en el sexto duque de Mantua. Fetti, como pintor de corte en Mantua, realizó trabajos para las iglesias de la localidad, así como varios ciclos para el palacio ducal. La serie de las parábolas, cuyos originales hoy se encuentran diseminados entre museos y colecciones, ha constituido, según los historiadores, una de sus facetas más originales.
Estas dos pinturas que entraron en la colección Thyssen-Bornemisza en el mismo año, 1979, tienen una historia distinta en cuanto a su procedencia, que puede extrapolarse a la crítica que ambos lienzos han recibido de los especialistas. El buen samaritano, cuyo prototipo se ha identificado con la pintura conservada en la Gemäldegalerie de Dresde, se ha considerado obra de taller. El prototipo de Dresde, de for mato apaisado y de unas dimensiones mayores a la tabla del Museo Thyssen-Bornemisza, sitúa la escena en un paisaje más amplio en el que, a la derecha, se incluyen ruinas clásicas. En la Academia de Venecia se conserva una versión considerada autógrafa cuyo encuadre coincide con el de la obra de nuestro Museo. Otras composiciones con este tema se conservan en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, en el Museum of Fine Arts de Boston, así como en varias colecciones privadas. Un dibujo donde se detalla el grupo central con las dos figuras se guarda en el Musée du Louvre.
Respecto a La parábola de la cizaña, la tabla del Museo Thyssen- Bornemisza está considerada una versión original del pintor, cuyo prototipo es la obra del castillo de Praga. De esta composición, al igual que de la anterior, existen varias copias en colecciones privadas y museos. Ambas parábolas, dos de las más divulgadas y representadas en la pintura, se encuentran en los Evangelios. La primera es un tema habitual para representar la misericordia y el amor al prójimo, y la segunda para simbolizar la recompensa y el castigo por las buenas y las malas acciones de los hombres. La cizaña es sembrada por el enemigo, el diablo, que Fetti ha representado arrojando la semilla, con orejas puntiagudas y dos pequeños cuernos y que aprovecha el descanso de los jornaleros para propagar el mal.
Las tablas, a pesar de la intervención del taller en una de ellas, se inscriben dentro del periodo de madurez de Fetti, y en ellas se detecta la libertad de pincel en la elaboración de las figuras, pero especialmente en los paisajes que acompañan estos episodios bíblicos. La peculiar construcción de los árboles, con sus troncos, ramas y follaje, realizados con gamas oscuras y perfilándose contra unos cielos claros, acentuando de esta manera su fuerza y presencia dentro de los episodios, constituye uno de los logros más sobresalientes del pintor.
Mar Borobia