Nacido en Argentina, hijo de un escultor italiano que partió con su familia de vuelta a Italia en 1905, el joven Fontana pasó su juventud entre los dos países. En 1928 retomó los estudios de arte, que había abandonado en 1920, en la Accademia di Brera de Milán. Su maestro, Adolfo Wildt, le instruyó en la escultura monumental y solemne del Novecento, contra la que Fontana pronto reaccionaría a favor de la abstracción. En 1934 se adhirió a Abstraction-Création, pero tan sólo un año después volvió a abandonar esta corriente y realizó una serie de obras de estilo figurativo y neoexpresionista que emergía en las principales ciudades italianas como reacción al Novecento.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Fontana volvió a instalarse en Argentina y fundó la Academia Altamira. En 1946 escribió el Manifesto blanco, en el que optaba de nuevo por la abstracción, ponía en cuestión la visión bidimensional de la pintura en Occidente y daba cabida a las nuevas técnicas, surgidas gracias a los descubrimientos científicos. Se trataba del primer paso hacia el espacialismo, que definiría en los cinco manifiestos que escribió entre 1947 y 1952 como una búsqueda para transformar materia en energía e invadir el espacio de una forma dinámica.

Lucio Fontana investigó el concepto de espacio y su interés por los avances tecnológicos y científicos hicieron que experimentase con todo tipo de medios. Como pintor de formación escultórica, se esforzó por introducir la tercera dimensión en sus lienzos mediante perforaciones y cortes, y en sus esculturas utilizó todo tipo de materiales, desde cerámica o metal hasta luces de neón o los rayos UVA.

Tras su vuelta a Milán en 1947, expuso muchos de sus experimentos, llamados frecuentemente Conceptos espaciales, entre los que destacó la presentación en 1949 de Ambiente espacial con luz negra en la Galleria del Naviglio de Milán, su primera instalación temporal en la que introdujo luces de neón. A partir de ese mismo año comenzó su serie de Perforaciones, en las que el lienzo era agujereado y el espacio que había detrás de la pintura era introducido en la obra, y desde 1958 realizó sus llamados Cortes, en los que superficies monocromas centraban la atención sobre el soporte que había sido rasgado con un cuchillo.

Desde su regreso a Italia después de la Segunda Guerra Mundial, Fontana trabajó intensamente con arquitectos como Luciano Baldessari en el diseño y decoración de pabellones de exposiciones, en donde se plasmaba su deseo de crear un nuevo idioma estético en el que todas las artes se fundieran.

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