Paisaje invernal con una familia de campesinos
La figura y la obra de Francesco Foschi, todavía bastante desconocida, se ha ido perfilando a través de una serie de estudios realizados durante la última década del siglo pasado. A las investigaciones de Luigi Serra, publicadas en el primer cuarto del siglo XX, siguieron las de historiadores como Bonfrancesco y Marietta Vinci, que en el contexto de la pintura producida en la región natal del artista han ido reconstruyendo la vida y el estilo del pintor y perfilando una producción en la que todavía quedan cuestiones por resolver, especialmente de orden cronológico. Este paisajista que, entrada su carrera, se especializó en vistas nevadas, procedía de una familia acomodada en la que varios de sus miembros practicaban la pintura. Completó su formación en el taller, en Fano, de Francesco Mancini, para después trasladarse a Roma en 1729. Allí se sintió atraído por dos artistas en cuyos lienzos se reflejaba el gusto por las arquitecturas y por las vistas urbanas: Giovanni Paolo Panini y Gaspar Adriaensz. van Wittel, cuyas huellas podrán rastrearse en algunas de sus composiciones. Francesco Foschi contó al principio de su carrera con la protección de influyentes y conocidas personalidades, como el conde Raimondo Bonaccorsi; más tarde se sumaron el embajador inglés en Nápoles, sir William Hamilton, y un importante número de personalidades francesas entre las que su pintura fue muy apreciada, como el cardenal Bernis, embajador francés en Roma, el conde d’Orsay o el marqués de Rohien. Su primer paisaje nevado se conserva en el Musée des Peintures et des Sculptures de Grenoble, tela esta que el pintor firmó y fechó y en la que alude con su inscripción a su origen.
Estos dos lienzos entraron en la colección Thyssen-Bornemisza procedentes del mercado de arte suizo en 1979, ambos con el título de Paisaje nevado en los Apeninos. Las dos telas representan los alrededores nevados de una ciudad, transitados por aldeanos, algunos con su ganado. La pareja guarda reveladores paralelismos compositivos, como el que hallamos entre el camino que rodea la gruta por la que transcurre un río y el desmonte coronado por árboles que hace de recodo en la vereda por la que circulan los viandantes. En Paisaje invernal con caminantes, donde el pintor ha dispuesto en medio de una gran arboleda una iglesia gótica, las montañas adquieren un protagonismo sobresaliente, aunque ninguno de los elementos que se reproducen remite a un lugar concreto en los alrededores de los Apeninos. La gama cromática es reducida: blancos, una estudiada escala de grises, así como unos pocos marrones y ocres para subrayar pequeñas áreas del terreno sin cubrir por la nieve. Estos colores, a los que acompaña una técnica pulcra, hacen que Foschi consiga unos excelentes efectos en las copas de los árboles, en las hierbas, en los troncos, así como en el pesado celaje.
Las pinturas se han comparado con otras de estructura más sencilla, pero en las que se emplean recursos similares, como son el paisaje firmado de Grenoble y otro del Bowes Museum, en Durham.
Mar Borobia