Reflejo con dos niños (Autorretrato)
Desde sus primeras obras, de una minuciosidad primitivista y un cierto aire neorromántico y surreal, Lucian Freud tomó partido por el arte figurativo y en contra de las corrientes abstractas dominantes. Desde entonces, su obra se ha alimentado de la tensión existente entre la realidad y la materia, entre lo visual y lo táctil. Por otra parte, su obsesión por el cuerpo humano le llevó a hacer una original reinterpretación del género del retrato.
En sus numerosos autorretratos, el pintor aparece siempre con un gesto forzado, guiñando los ojos, mirando de reojo o hacia abajo, con una mirada que evidencia el esfuerzo que debe hacer para representarse a través del espejo. Reflejo con dos niños (Autorretrato), de 1965, combina un primer plano intenso del artista con su cuerpo retorcido para poder mirar su propio reflejo en un espejo colocado sobre el suelo a sus pies, con la lámpara situada detrás suyo convertida en una forma semiabstracta que se cierne sobre el pintor. Como destaca John Russell, la imagen no se capta a primera vista, dado que se trata de uno de los primeros autorretratos en los que Freud experimenta con un juego de dos espejos, y, tal y como advertía Catherine Lampert, el espectador es forzado «a recorrer con sus ojos la figura hacia arriba para encontrarse directamente con la mirada del artista». La idea de reflejo especular se refuerza por el fondo gris liso que hace resaltar aun más los toques de luz que se concentran en el rostro y las manos. La imagen de Rose y Ali, sus hijos, que tuvo con Suzy Boyt y que aparecen en el ángulo inferior izquierdo, está inspirada en la tumba del enano Seneb y su familia del museo de El Cairo, reproducida en Geschichte Aegyptens, su inseparable companion durante toda su larga carrera de pintor.
La técnica, de grandes y expresivos brochazos, se puede relacionar con los retratos de Frans Hals, a quien el pintor consideraba un artista moderno debido a su tosquedad. Freud, a quien, no por casualidad, William Feaver definió como el «Hals de Paddington predispuesto a la espontaneidad», admiraba el modo firme y directo de aplicar la pintura del maestro holandés con un pincel de cerdas rígidas bien empapado, que acentuaba la acción del artista en la cristalización del modelo sobre el lienzo.
Paloma Alarcó