La Virgen y el Niño con santa Catalina de Siena y ángeles
Giorgio Vasari recoge en sus Vidas la de este escultor y arquitecto sienés que, además, ejerció de ingeniero, iluminador de manuscritos, escritor, tratadista y pintor, como podemos apreciar en esta tabla con la Virgen y el Niño. Vasari comenta que cultivó la escultura, más por diversión y placer que por otros motivos, y que experimentó con la pintura, arte en el que nunca superó sus creaciones como escultor y arquitecto; según este autor, si Franceso di Giorgio Martini se hubiera dedicado sólo a la escultura, su fama habría sido eterna. El artista también tuvo tiempo para asumir labores administrativas en su ciudad natal, formando parte, en 1480, del Consejo de Siena.
Esta tabla, que perteneció a una colección privada florentina, permaneció inédita hasta su publicación, en 1969, en el catálogo de la colección Thyssen-Bornemisza. El comentario de la pintura, en esta ocasión, estuvo a cargo de Rudolf Heinemann. La autoría de la obra no ha sido cuestionada desde entonces, existiendo a este respecto argumentos de Federico Zeri y John Pope-Hennessy —en carta de Zeri fechada en 1973 y conservada en el Archivo del Museo— así como de Ralph Toledano. Sin embargo, las mayores discrepancias se han producido en lo referente a su datación. Los historiadores la han clasificado en dos periodos muy diferentes del artista: uno hacia 1470 y otro hacia 1490. La temprana fecha de 1470 fue propuesta por Heinemann y Toledano, siendo precisamente el primero quien llamó la atención sobre los modelos de Neroccio de’Landi, que el pintor usó en la figura de santa Catalina de Siena. La datación en la década de 1490, tardía en la trayectoria del pintor, que murió en 1501, se debe a Federico Zeri, que detectó en el trabajo, concretamente en el grupo central, la influencia de Andrea del Verrocchio, particularidad que se percibe en la producción de los últimos años de Francesco di Giorgio.
Según parece, a principios de los años sesenta, la tabla, que fue adquirida en 1965, no se encontraba en muy buenas condiciones de conservación. De acuerdo con un informe conservado en el Archivo del Museo, el fondo estaba repintado en negro, cubriendo totalmente el paño que sirve de telón a la escena, y la superficie pictórica tenía, además, problemas de adherencia en algunas zonas. Estas condiciones motivaron, en 1964, una intervención en la pintura. Los rostros de las figuras de nuestra tabla son característicos de Francesco di Giorgio: apuntados, de tez pálida y blanquecina, con una barbilla que acentúa su forma. Se puede apreciar sin dificultad en el rostro de santa Catalina de Siena, situada a nuestra izquierda, con el lirio en sus manos, cuya toca intensifica, todavía más, esa triangularidad. Otro detalle del estilo del pintor es la ejecución de las manos, especialmente los dedos, que, finos y elegantes en el caso de la Virgen, cogen con suaves movimientos al Niño, en la santa sostienen el tallo o se posan con delicadeza en las telas, como vemos en el Niño.
Mar Borobia