Sillón nº 2
El pintor Domenico Gnoli fue una figura peculiar dentro del panorama artístico de la segunda mitad del siglo XX. Pasó la mayor parte de su corta vida fuera de su Italia natal, y durante los últimos años residió en el pueblo mallorquín de Deià, junto a su esposa Yannick Vu. Sus imágenes pictóricas, perfeccionistas e inquietantes, a medio camino entre la abstracción y la figuración, entre el realismo y el pop art, nos descubren pequeños detalles de objetos agrandados, como si hubieran sido aumentados con una lupa. Tanto da que sea un botón, un mechón de pelo, el nudo de una corbata o un trozo de tela, lo esencial es que su ojo patológico les confiere una presencia casi mágica y un nuevo simbolismo que evoca la identidad de lo insignificante y testimonia nuestra soledad.
Gnoli manifestó en ocasiones que su intención era enlazar con la tradición del Quattrocento italiano a través de la representación de una realidad intacta. En una entrevista confesaba: «Siempre utilizo elementos dados y simples, nunca pretendo añadir o eliminar nada. Nunca tengo deseos de deformar. Aíslo y represento. Mis temas vienen del presente, de situaciones familiares, de la vida diaria. Nunca intervengo activamente contra el objeto; exploro la magia de su presencia».
En este Sillón, pintado en Mallorca en el verano de 1967, Gnoli aplastó contra el plano pictórico la trasera de una butaca sobre la que asoma una parte de la cabeza de una figura femenina sentada. El motivo se inspira en una escultura decimonónica que le llamó la atención en la Galleria Nazionale de Roma. Tal y como relata Yannick Vu, Gnoli «repara en una escultura del siglo XIX más bien académica de Giovanni Focardi titulada Dulce reposo: una mujer joven descansa en un sillón; un tema intimista bastante banal y sentimental. Le da la vuelta y nos invita a compartir su punto de vista. De repente la escultura se vuelve misteriosa». En la pintura, el sillón ocupa la mayor parte de la superficie del lienzo y el enorme formato le permite agrandar sus proporciones por encima de la escala real, lo que confiere un cierto aire abstracto a la composición.
Paloma Alarcó