Vincent van Gogh
Zundert, 1853-Auvers-sur-Oise, 1890
Hijo de un pastor protestante holandés, Van Gogh comenzó trabajando en una galería de arte en La Haya, dando clases de francés y ejerciendo de pastor laico entre los mineros belgas. Sus primeras obras reflejaban ese ambiente proletario cargado de crítica social, en las que se hace patente tanto la influencia de los pintores de campesinos Jules Breton y Jean-François Millet como su interés por la literatura realista de la época.
Entre 1886 y 1888 vivió en París con su hermano Theo van Gogh, que era marchante de arte. Allí conoció a Toulouse-Lautrec y a Gauguin y se familiarizó con los nuevos movimientos artísticos que estaban en pleno desarrollo. Recibió una fuerte influencia de la obra de los impresionistas y de las estampas japonesas de Hiroshige y Hokusai y su paleta se hizo más colorista. En 1888 abandonó la capital francesa para trasladarse a Arles, al sur de Francia, con la intención de fundar una comunidad de artistas. Bajo el ardiente sol de Provenza, pintó escenas rurales y empezó a abandonar los métodos puntillistas e impresionistas en favor de una pintura de formas más sintéticas y colores más estridentes. En octubre de 1888 Gauguin fue a verle a Arles y vivieron y trabajaron juntos durante un corto periodo de tiempo, ya que pronto empezaron a tener violentos enfrentamientos. Una noche del mes de diciembre, después de una gran pelea en la que Van Gogh amenazó a Gauguin con una navaja, el artista se cortó parte de una oreja. Después de este incidente, estuvo algún tiempo internado en un hospital de Arles y un año en el hospital psiquiátrico de Saint- Rémy.
Van Gogh pasó el final de su vida en Auvers-sur-Oise, un pueblo al norte de París donde vivía el doctor Gachet, médico y coleccionista de obras de arte, a quien Theo van Gogh encargó el cuidado de la salud de su hermano pintor. En los casi dos meses que residió allí antes de su suicidio, vivió, con recuperada energía, una frenética etapa creadora. Durante esas últimas semanas de vida pintó algunos retratos, pero sobre todo numerosos paisajes en los que utilizaba una paleta reducida y unas pinceladas agitadas y nerviosas, de ritmo ondulante y repetitivo. Su estancia en esta localidad coincidió con las buenas críticas que recibió su obra por parte de Albert Aurier en el Mercure de France y la invitación a participar en la exposición de Los XX en Bruselas, donde por primera y última vez en su vida, vendió una obra. Sin embargo, a pesar de estos pequeños cambios en la apreciación de su trabajo por parte de crítica y público, tras una nueva crisis depresiva, Vincent van Gogh acabó con su vida disparándose un tiro.
Entre 1886 y 1888 vivió en París con su hermano Theo van Gogh, que era marchante de arte. Allí conoció a Toulouse-Lautrec y a Gauguin y se familiarizó con los nuevos movimientos artísticos que estaban en pleno desarrollo. Recibió una fuerte influencia de la obra de los impresionistas y de las estampas japonesas de Hiroshige y Hokusai y su paleta se hizo más colorista. En 1888 abandonó la capital francesa para trasladarse a Arles, al sur de Francia, con la intención de fundar una comunidad de artistas. Bajo el ardiente sol de Provenza, pintó escenas rurales y empezó a abandonar los métodos puntillistas e impresionistas en favor de una pintura de formas más sintéticas y colores más estridentes. En octubre de 1888 Gauguin fue a verle a Arles y vivieron y trabajaron juntos durante un corto periodo de tiempo, ya que pronto empezaron a tener violentos enfrentamientos. Una noche del mes de diciembre, después de una gran pelea en la que Van Gogh amenazó a Gauguin con una navaja, el artista se cortó parte de una oreja. Después de este incidente, estuvo algún tiempo internado en un hospital de Arles y un año en el hospital psiquiátrico de Saint- Rémy.
Van Gogh pasó el final de su vida en Auvers-sur-Oise, un pueblo al norte de París donde vivía el doctor Gachet, médico y coleccionista de obras de arte, a quien Theo van Gogh encargó el cuidado de la salud de su hermano pintor. En los casi dos meses que residió allí antes de su suicidio, vivió, con recuperada energía, una frenética etapa creadora. Durante esas últimas semanas de vida pintó algunos retratos, pero sobre todo numerosos paisajes en los que utilizaba una paleta reducida y unas pinceladas agitadas y nerviosas, de ritmo ondulante y repetitivo. Su estancia en esta localidad coincidió con las buenas críticas que recibió su obra por parte de Albert Aurier en el Mercure de France y la invitación a participar en la exposición de Los XX en Bruselas, donde por primera y última vez en su vida, vendió una obra. Sin embargo, a pesar de estos pequeños cambios en la apreciación de su trabajo por parte de crítica y público, tras una nueva crisis depresiva, Vincent van Gogh acabó con su vida disparándose un tiro.