Pesca (pescadores)
Goncharova, cronológicamente la artista femenina más importante del siglo XX en Rusia, cultivó un interés intelectual por la artesanía tradicional y los ritos primitivos de la vieja Rusia y, al mismo tiempo, los utilizó como tema de sus cuadros y diseños. Por supuesto, la actitud de Goncharova incidió en la composición formal de sus obras, contribuyendo a la intensa estilización, las vigorosas combinaciones cromáticas y las perspectivas y proporciones naïf que encontramos en Pesca. Goncharova estudió los campesinos directamente durante sus frecuentes viajes a la casa familiar, en la zona rural de Polotnianyi Zavod, cerca de Moscú, y éstos desempeñaron un papel fundamental en su vocabulario artístico en este cuadro y en exploraciones similares de lo «primitivo», como La colada, 1910, y Campesinos cogiendo manzanas, 1911 (ambos en la galería Tretiakov de Moscú).
El análisis que Goncharova hizo de los trajes y adornos de los campesinos rusos también prepararon el camino para sus evocaciones folclóricas en las producciones parisinas de Diaghilev, Le Coq d'Or (1914) y L'Oiseau de Feu (1926), así como para sus ilustraciones del libro Pustynniki (Ermitaños) (1913) de Kruchenij, o de la edición parisina del Conte de Tsar Saltan (1922). Este reconocimiento de la vitalidad y del potencial de las formas artísticas rusas tradicionales también les indujo, a ella y a Larionov, a organizar una exposición de Iconos y Pancartas en Moscú en 1913.
Pesca es una prueba directa de la respuesta personal de Goncharova a ciertas conexiones y mecanismos del arte «tradicional», así como a la reorganización de los mismos en su búsqueda de soluciones pictóricas experimentales. Por supuesto, en el contexto de la vanguardia rusa, el término «primitivo» debe utilizarse en sentido lato, pues se refiere no sólo a las manifestaciones culturales de los pueblos «primitivos» (rusos precristianos, escitas, nómadas siberianos, campesinado ruso) sino también a los cánones de la cultura rusa medieval, especialmente la pintura de iconos, así como al folclore urbano de los siglos XIX y XX. En los colores vivos, las líneas enfáticas, la intensa estilización y el optimismo general del arte campesino ruso, Goncharova halló un vigor y una integridad de los que aparentemente carecía la cultura burguesa de su época.
La pintora y sus colegas más próximos, como Larionov, Malevich, Shevchenko (que publicó el manifiesto neoprimitivista en 1913) y Tatlin, consideraban que el arte y la artesanía tradicionales eran elementos fundamentales en la renovación del arte y del diseño rusos, llegando incluso a sostener que Rusia era parte de Asia y que el Este era la verdadera cuna de todo el arte moderno. Por supuesto, Goncharova también estudió los modelos occidentales contemporáneos, en particular el Postimpresionismo, el Cubismo y el Futurismo; las influencias combinadas de Gauguin y Matisse, por ejemplo, son evidentes en el colorido y el efecto decorativo plano de Pesca. En otras palabras, Goncharova fue capaz de adoptar las formas occidentales y de volver a procesarlas dentro de su entorno indígena, procedimiento que a menudo supuso un cambio brusco de registros estéticos «altos» a otros «bajos». Además, como lo afirmaba la artista en un discurso que pronunció en Moscú en 1912, no dudaba en preferir lo nacional frente a lo importado: «El Cubismo es un fenómeno positivo, pero no es totalmente nuevo. Las imágenes escritas sobre piedra, las muñecas de madera pintadas que se venden en las ferias, son también obras cubistas».
John E. Bowlt y Nicoletta Misler