Cristo abrazando la cruz
Cristo abrazando la cruz es un tema que El Greco extrajo de la Pasión de Cristo y con el que elaboró una imagen aislada que, por el número de pinturas autógrafas que se conocen, versiones y copias, tuvo una buena acogida entre su clientela. El Greco, que, como reconoce Wethey, transformó un asunto narrativo en otro devoto, nos ofrece en estos óleos un pasaje del sacrificio de Jesús en el que no se incide en el sufrimiento físico. Cristo, en estas representaciones, aparece solo, de pie, de busto o de un poco más de medio cuerpo, cargando con la cruz y con la corona de espinas en su frente, de cuyas heridas brotan gotas de sangre que caen por su rostro y por su cuello. Los fondos pueden ser bien un celaje oscurecido o, como en el caso de la pintura del Museo, una tinta neutra de gran intensidad que resalta la figura y que potencia el tema como una simple imagen para la oración. El episodio, que se inscribe dentro del recorrido que Jesús hizo hasta la cima del Gólgota, se ha identificado con un momento de descanso en el que Cristo elevó su mirada al cielo para entablar un diálogo con el Padre, que concluyó con la aceptación de su sacrificio. El Greco, de esta manera, incide más en los valores relacionados con el espíritu que con los sufrimientos del cuerpo. En esta línea, David Davies también llamó la atención sobre los versículos de san Mateo cuando Cristo dio las condiciones a sus discípulos para seguirle.
Wethey estableció tres tipos con este asunto. El primero, en el que destaca seis originales que se diferencian por pequeños detalles que afectan a la corona y a la fisonomía de Jesús, repite la misma composición. El segundo diverge del anterior por la forma del nimbo de Cristo, la inclinación de su cabeza y la posición de la cruz; y por último, en el tercero, al que corresponde la pintura del Museo, los brazos de la cruz desaparecen y la cabeza del Salvador se gira a la derecha. Como precedente para este pasaje de la Pasión se ha mencionado, en alguna ocasión, la pintura de Sebastiano del Piombo que se conserva en el Museo Nacional del Prado.
Este Cristo abrazando la cruz destaca sobre un fondo negro. De busto, con el cuerpo de frente, inclina su cabeza hacia la derecha, dirigiendo los ojos hacia arriba, mientras la única referencia que queda de la cruz es el trozo del asta que sostiene con una mano. El Greco ha omitido aquí la capa azul con la que suele vestir a Cristo en las otras dos categorías establecidas por Wethey y ha empleado sólo la típica túnica carmín. Un factor determinante en estas composiciones son las manos, que, al igual que el rostro del Salvador, sirven para fijar el gesto y para transmitir un mundo emocional y que en esta serie de pinturas con Cristo abrazando la cruz tienen, por su posición y por su simbolismo, un protagonismo especial gracias a su extrema belleza. El Greco dibuja unos dedos largos y delgados, elegantes en sus proporciones, que nos revelan su estructura y que finalizan en unas uñas nacaradas que, como se ha comentado, están modeladas con seguridad y sensibilidad. La pintura está fechada por Álvarez Lopera hacia 1587-1596.
El lienzo estuvo en la colección Imbert de Roma y más tarde en la Neumans de París. Forma parte de la colección Thyssen-Bornemisza desde 1930.
Mar Borobia