Marea baja en Saint-Palais-la Pierrière
A finales de 1891, un acontecimiento inesperado imprime un nuevo rumbo a la vida de Guillaumin: gana 100.000 francos gracias a una obligación premiada del Crédit Foncier, adquirida con el producto de la venta de un cuadro a Eugène Blot. Para el artista, supone la libertad de viajar, de consagrarse por completo a su arte. Pone fin a sus compromisos con el Ayuntamiento, busca un estudio cerca de su domicilio, en la rue Garancière, cerca de Saint Sulpice, donde vive desde que se casó, en 1887, y se alegra de poder «emborracharse de pintura».
Al fin puede, sin las limitaciones de la falta de tiempo, ir a descubrir nuevos horizontes; y «pintar el mar». Dos obras antiguas dan fe de sendas breves estancias, una en Jullouville (La Mancha) en 1873, la otra un Antepuerto de Dieppe de 1882; pero será en 1892 y 1893 cuando ejecute varias series de marinas, en Saint-Palais y en Agay, en el Midi. Saint Palais, pequeña población de la costa atlántica, próxima a Royan, estará plasmada en una veintena de lienzos y apuntes a carboncillo y a pastel.
La inscripción que figura en la parte posterior del cuadro de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza revela la forma de trabajar del artista a partir de esa época: anota escrupulosamente en la parte posterior del lienzo o en el bastidor el año, la estación, la hora y, a veces, incluso el tiempo que hace (TG significa tiempo gris), con el fin de volver a coger el lienzo en las mismas condiciones meteorológicas para que haya la misma luz.
Se va al lugar elegido con dos lienzos, por lo general de dimensiones diferentes, y, cuando considera que la luz ha cambiado, vuelve el caballete en otra dirección para trabajar en el otro lienzo. Durante toda su vida, su objetivo será trabajar sobre un tema en todas las épocas del año y pintar un lienzo bajo los mismos efectos luminosos. Ya mayor, sale a las cinco de la madrugada para captar los efectos de la niebla en el Sédelle, a un kilómetro de Crozant, tras contratar los servicios de un muchacho del pueblo para que cargue con los útiles de trabajo, que le resultan ya demasiado pesados.
Guillaumin pinta incansablemente y su estudio se va llenando de lienzos que figurarán en las exposiciones. Tres obras sobre Saint Palais se incluyen en la muestra retrospectiva que le dedican las Galerías Durand-Ruel de París, a comienzos de 1894, entre ellos el de la Colección Personnaz, que ingresará por legado en el Museo de Bayona (Inv. Pers. n.º 73).
Los temas que inspiran a Guillaumin se basan en una composición sencilla y en un sentido innato y fuerte de las cosas vistas desde la intimidad, lo que denota un temperamento bien templado, a veces rudo. La Pierrière, la roca Platin, el acantilado, la marea baja, la marea alta, serán los contados temas de esta serie de lienzos de Saint Palais. La Marea baja de agosto de 1892, que presentó al Salon de la Libre Esthétique de 1913 y, todavía más, la Marea alta de septiembre de 1892 (vendida en París, Espace Cardin, el 18 de junio de 1973) ofrece una composición más movida e interesante. La composición de Saint Palais de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza se basa en dos zonas de igual importancia y unidas por algunos elementos, como la parte superior de las rocas y las velas de las embarcaciones.
Una pincelada ancha y corta esculpe la roca y las zonas oscuras con una capa de color más densa en tonalidades sostenidas de pardos y rojos que contrastan intensamente con las zonas bañadas por la luz. En primer plano, unos toques de azul y verde pálido marcan la transición al mar. El cielo, con nubes en movimiento en tonos rosa y azul, refuerza la impresión de intensidad de los pardos y ocres de las rocas.
Por aquel entonces, Pissarro le reprocha la elección de su paleta y expresa su opinión en una carta que le dirige a su hijo Lucien el 28 de diciembre de 1893: «Ayer vi un cuadro de Guillaumin, es siempre el mismo arte, un poco menos brutal. A pesar de todo su talento, acaba siempre por embetunarlo todo. ¡Qué lástima, cegarse siempre por voluntad propia! Es cierto que lo mismo dice él de mí. Pero yo sé a dónde voy y el porqué de las cosas y en cambio él, que siempre se ha unido a nosotros a la hora de gritar contra los Jules Dupré y todos los oscurantistas, le da la espalda al sol y se vuelve más tenebroso que nunca: cuanto más suba el tono, más pardo se volverá».
Jacqueline Derbanne