La Quinta Avenida en Washington Square, Nueva York
Cuando en 1889 Hassam regresa de París, se instala en el número 95 de la Quinta Avenida, a unos pasos de Washington Square, uno de los enclaves elegantes de más solera de la ciudad. Esta obra probablemente representa el edificio de piedra rojiza y tal vez la acera que pasaba por delante del estudio-vivienda del pintor. Eligió como lugar de residencia una parte de la Quinta Avenida que se parecía a los bulevares de París, con sus paseos de árboles. Cerca de aquel lugar, el Arco de Washington, diseñado por Stanford White, y que no tardaría en inaugurarse, recordaba el Arco de Triunfo de los Campos Elíseos. A principios de la década de 1890, Hassam pintó una serie de vistas de la Quinta Avenida bajo diferentes condiciones atmosféricas y pronto alcanzó popularidad con ellas. También ilustró un artículo sobre este tema escrito por Marianna G. Van Rensselaer que se publicó en The Century Magazine en 1893.
Durante sus dos estancias en Francia en la década de 1880, Hassam asimiló la técnica pictórica y el abrupto formato compositivo que sugería el ritmo de la vida urbana moderna utilizado por los pintores impresionistas y naturalistas franceses, que eran sus vecinos en Montmartre. Siguiendo la pauta de los artistas franceses, Hassam decía que su principal interés en estas escenas era captar «la humanidad en movimiento». En Quinta Avenida a la altura de Washington Square, las pequeñas y borrosas figuras humanas y los coches de caballos que pasan por la calle se ven desde una perspectiva algo elevada, hecho que tal vez se explique porque en aquella época el artista había optado por pintar mirando por la ventanilla de un coche de punto. Lo que desde allí alcanzaba a ver probablemente le ayudaba a enmarcar la composición, en la que destaca su evidente geometría y orden interno, cuidadosamente equilibrado; la intersección de las diagonales que dibujan la calzada, la acera y los altos árboles enmarcan las figuras y, por contraste, subrayan sus pequeñas dimensiones y su movimiento. La orientación vertical del lienzo resalta la bóveda que forman las copas de los árboles, que da a los elegantes paseantes una sensación de protección. La amplitud del trazado lateral de la avenida y del paseo también recuerda los bulevares de París. Hassam envuelve la escena en una delicada y centelleante luz dorada, que complementan los fríos verdes y azules de las sombras. Gran parte de la delicadeza y el encanto de la obra procede de las breves y ligeras pinceladas que reflejan la afición del pintor a la técnica del pastel.
Aunque Hassam asimiló la composición y la luz del Impresionismo de Monet, su modo de armonizar los colores y de deleitarse con la «belleza en sí misma» está en deuda con el esteticismo de Whistler. Hassam, al que los críticos de su época ya consideraban como exponente de una síntesis entre dos corrientes distintas, presenta en sus vivos y alegres cuadros una forma altamente estetizada e híbrida de Impresionismo, que los americanos acogieron con entusiasmo en la década de 1890 y en las primeras décadas del siglo XX.
Kathleen Pyne