Florero con vaso de cristal y frutas
La composición de este florero se ha relacionado con la producción de Jan Davidsz. de Heem en Amberes. De Heem, nacido en Utrecht, se trasladó junto con su familia a Leiden en 1625, década esta en la que se registran sus primeros trabajos. En Leiden, De Heem trabajó el bodegón; uno de los ejemplos más significativos de este periodo son sus composiciones con montones de libros, documentos, papeles y algún instrumento musical, tratados con una gama sobria en la que predominan los blancos, marrones y grises. Estas pinturas se han interpretado como vanitas, en una clara alusión a la vida intelectual y al conocimiento. En la década de 1630 De Heem se trasladó a Amberes, donde permaneció aproximadamente hasta 1658. Allí el artista entró en contacto con la escuela flamenca y su pintura se hizo más compleja y elaborada. De esta etapa son sus bodegones, en los que en amplias mesas presenta una abundancia de alimentos, objetos y animales, con una disposición escalonada, enmarcados por ricos cortinajes y en los que incorpora, en uno de los ángulos de la pintura, un paisaje. En sus óleos, ya desde una etapa temprana, se detecta un extraordinario sentido para interpretar el color, que se enriqueció durante su estancia en Amberes.
Florero con vaso de cristal y frutas muestra la influencia de otro de los grandes intérpretes del bodegón: Daniel Seghers. De Heem en esta composición ha abandonado la estructura simétrica del ramo para ofrecernos un conjunto de flores más libre y natural. El artista no sólo introduce rosas, azucenas, lirios, margaritas, peonías o campanillas, que constituyen la base del tema, sino que las combina con frutos como los cítricos, las cerezas, las frambuesas y las bellotas, que se extienden por la encimera, así como con unas delicadas espigas de trigo. La puesta en escena y el tipo de composición es típica de De Heem, que durante esta etapa ejecutó un conjunto de bodegones similares al nuestro. En él es característico el empleo de fondos oscuros donde la luz nos descubre, con ligeros toques, zonas de la encimera, como el borde o el interior del jarrón, a través de cuyo vidrio vemos dibujados, con gran exactitud, algunos tallos, como los de las rosas con sus espinas. Otro motivo recurrente es el estudio del reflejo de las ventanas proyectado en la superficie del jarrón. El pintor equilibra la composición, en cuyo centro ha colocado las flores de mayor peso y desarrollo, con diminutas ramas y pequeñas flores que, con elegancia, van desbordándose por los extremos, y con los frutos que, a la derecha, compensan el volumen de las rosas.
La inclusión en el bodegón de elementos como el lirio que corona el conjunto, atributo de la Virgen, ha llevado a pensar en un simbolismo religioso que se reforzaría con la anémona, en relación con la transitoriedad, y las espigas, símbolo de la Resurrección, de la vida eterna y de la Eucaristía. Gaskell, sin embargo, subraya que en estas composiciones hay que valorar, como intención, la habilidad del pintor para representar el mundo vegetal y animal que aparece en la composición. La repetición de algunos de los motivos que vemos en esta tabla, como la rosa ligeramente inclinada, nos indica que De Heem se sirvió de bocetos y dibujos para la elaboración de sus óleos.
Mar Borobia