Retrato de un hombre con documentos
Van der Helst estaba establecido en Amsterdam en 1636 y fue el retratista de más éxito a partir de la década de 1640 al convertirse en el favorito de las familias más acaudaladas. Uno de sus primeros trabajos tras su establecimiento en Amsterdam fue el lienzo con Los regentes del orfanato Valón, fechado un año después de su matrimonio con Anna du Pire. Si en sus primeras pinturas se detecta la huella del que pudo ser su maestro, Nicolaes Eliasz. Pickenoy, así como de Rembrandt, Van der Helst, a partir de 1640, acuñó un estilo propio que concretó tanto en retratos individuales como colectivos, afianzó su fama como retratista y en consecuencia incrementó considerablemente el número de encargos.
Este lienzo fue fechado por Ebbinge-Wubben hacia mediados de 1650 y en él se recogen algunas de las características que hicieron célebre a Van der Helst. El cliente, en este caso, posa en un oscuro interior con un cortinón verde como único decorado. De medio cuerpo y sentado frente a un escritorio, ha hecho un alto en su trabajo girándose levemente y mirando fuera del cuadro. La naturalidad que percibimos en su postura nos habla de la habilidad del pintor para representar con originalidad su ambiente. El renombre que Van der Helst consiguió en vida se explica fácilmente a través de algunos de los elementos que encontramos en el óleo, como son el enfoque que da al tema, la buena técnica y la caracterización, así como un adecuado modelado que se suma al porte, digno y elegante, que otorga a su cliente. Conforme fue avanzando su carrera su pincelada se tornó más fluida, pero con ella llegaría a detallar trajes y materiales, así como otros accesorios, que nos dan pistas sobre la identidad y la profesión del retratado. En esta pintura, la austeridad con la que viste el modelo, que recibe la luz en su rostro y en sus manos, no refleja las ricas y brillantes gamas de colorido que aplicó en otras composiciones.
La identidad de este hombre se desconoce pese a los objetos que le rodean. Gaskell estudió con detenimiento el bodegón de la mesa donde encontramos documentos, una escribanía y libros; especialmente vistosos resultan los sellos de lacre que cuelgan de varios de los papeles, entre los que sólo se ha reconocido el sello rojo de los Estados Generales. Por el tipo de documentación, y más concretamente por el libro que el personaje está revisando, se sugirió la hipótesis de que tal vez fuera un terrateniente dedicado a la compraventa de terreno como inversión. Cuando la pintura entró en la colección Thyssen-Bornemisza y fue publicada en los primeros catálogos, a este hombre se le identificó con un notario y como notario o comerciante lo identificó Ebbinge-Wubben.
José López Rey comparó este retrato con el de Josua van Belle, de 1670, realizado por Murillo, y llamó la atención sobre los paralelismos que existentes entre determinados óleos del pintor andaluz y algunos maestros holandeses.
Mar Borobia