Mujer con frutero
hacia 1900 - 1910
Óleo sobre lienzo.
48 x 51 cm
Colección Carmen Thyssen
Nº INV. (
CTB.1999.110
)
No expuesta
Los temas de interiores fueron muy populares en la pintura danesa de las décadas en torno a 1900. Holsoe, quien dominaba perfectamente este género pictórico de escenas íntimas y elegantes, se inspiró con frecuencia en el ambiente de sencillez y serenidad que reinaba en los cuartos de estar de las familias de clase media. Deteniéndose en su decoración peculiar y en su iluminación, evocó y plasmó profusamente los salones de la sociedad danesa contemporánea, con un estilo realista, académico e historicista. Sus interiores, ejecutados haciendo gala de una deliciosa implicación emotiva, no dejan de constituir, pese a ello, reportajes exhaustivos, sobrios y objetivos de las estancias representadas.
Holsoe era un artista profético, capaz de captar y de recrear pictóricamente la realidad con un enfoque naturalista. Como nunca fechó ni dio título a sus obras, a veces resulta muy difícil situarlas cronológicamente con exactitud. Pero la delicada y precisa descripción pictórica del mobiliario y del atuendo de los personajes ofrece claves para la identificación de la fecha. En el cuadro Mujer con frutero describe el estilo de vida de un salón danés de principios del siglo XX. La escena representa un interior contemporáneo sobrio, de una sencillez al mismo tiempo refinada y carente de pretensiones. De la estancia emana una inmensa quietud. Un conjunto de relucientes muebles de estilo imperio tardío que dominan la habitación se alzan sobre un suelo de madera desnudo. A la izquierda vemos un aparador sobre el que está colocado el inevitable samovar. El chiffonier, más alto, situado en el centro de la imagen, decora la otra pared. Sobre el mismo se ve una escultura. A la derecha, debajo del marco de la ventana, hay una mesa cubierta con un mantel blanco. En la habitación también hay dos sillas, en una de las cuales está sentada la mujer. Ésta lleva un vestido largo y oscuro típico del atuendo femenino de principios del siglo XX. Aparte de los cuadros, son pocos los objetos que desempeñan un papel importante en esta escena de interior de Holsoe. Los cuadros están colgados simétricamente en la pared, con lo que se refuerza la sensación de espacio y de sosiego de la habitación, en tanto que los marcos dorados, en los que se refleja la luz del sol, animan la superficie de las frías paredes blancas. Holsoe ha representado los objetos más pequeños, como el samovar, las piezas de porcelana y las flores, con gran variedad de detalles con el fin de transmitir una sensación de solidez y de liviandad a un tiempo frente a las amplias superficies desnudas del suelo y de las paredes. La ventana es la fuente de luz de la habitación. Separa el ambiente seguro de este interior cerrado de la ilimitada profundidad del exterior. Los visillos y la cesta de fruta del suelo nos indican que estamos a finales del verano. Mediante un cálido tono amarillo que contrasta con el fondo más bien oscuro, de tonos pardos y verdes, el artista plasma la luz del día que atraviesa la ventana y penetra en la habitación. Recurre al claroscuro para organizar las tonalidades, consiguiendo un resplandeciente efecto cromático. Al utilizar una refinada y variada paleta, recrea y traduce la luz supranatural que invade la habitación y juega con las sombras de las paredes y los reflejos en el espejo.
Holsoe muestra mayor interés por los detalles de la decoración de la habitación, como el mobiliario y otros objetos, que por la figura femenina, aunque también ha demostrado que sabe combinar de manera brillante en sus cuadros las figuras y los interiores. Pero en el cuadro que aquí comentamos la figura femenina no es el retrato de una persona determinada. Esta mujer vestida de oscuro aparece en el último término. Está sentada en una zona de sombra, de espaldas a la ventana, pelando una manzana y como sumida en sus pensamientos. Su actitud es pasiva, acentuando enormemente la quietud de la escena. Al no aportar ninguna animación particular al cuadro, se la puede equiparar a los demás objetos pintados. Lo que Holsoe pretende no es tanto narrar un acontecimiento de la vida cotidiana, sino captar una impresión y la magia de un instante en el que el vacío domina la habitación y el tiempo parece haberse detenido.
Rigmor Lovring
Holsoe era un artista profético, capaz de captar y de recrear pictóricamente la realidad con un enfoque naturalista. Como nunca fechó ni dio título a sus obras, a veces resulta muy difícil situarlas cronológicamente con exactitud. Pero la delicada y precisa descripción pictórica del mobiliario y del atuendo de los personajes ofrece claves para la identificación de la fecha. En el cuadro Mujer con frutero describe el estilo de vida de un salón danés de principios del siglo XX. La escena representa un interior contemporáneo sobrio, de una sencillez al mismo tiempo refinada y carente de pretensiones. De la estancia emana una inmensa quietud. Un conjunto de relucientes muebles de estilo imperio tardío que dominan la habitación se alzan sobre un suelo de madera desnudo. A la izquierda vemos un aparador sobre el que está colocado el inevitable samovar. El chiffonier, más alto, situado en el centro de la imagen, decora la otra pared. Sobre el mismo se ve una escultura. A la derecha, debajo del marco de la ventana, hay una mesa cubierta con un mantel blanco. En la habitación también hay dos sillas, en una de las cuales está sentada la mujer. Ésta lleva un vestido largo y oscuro típico del atuendo femenino de principios del siglo XX. Aparte de los cuadros, son pocos los objetos que desempeñan un papel importante en esta escena de interior de Holsoe. Los cuadros están colgados simétricamente en la pared, con lo que se refuerza la sensación de espacio y de sosiego de la habitación, en tanto que los marcos dorados, en los que se refleja la luz del sol, animan la superficie de las frías paredes blancas. Holsoe ha representado los objetos más pequeños, como el samovar, las piezas de porcelana y las flores, con gran variedad de detalles con el fin de transmitir una sensación de solidez y de liviandad a un tiempo frente a las amplias superficies desnudas del suelo y de las paredes. La ventana es la fuente de luz de la habitación. Separa el ambiente seguro de este interior cerrado de la ilimitada profundidad del exterior. Los visillos y la cesta de fruta del suelo nos indican que estamos a finales del verano. Mediante un cálido tono amarillo que contrasta con el fondo más bien oscuro, de tonos pardos y verdes, el artista plasma la luz del día que atraviesa la ventana y penetra en la habitación. Recurre al claroscuro para organizar las tonalidades, consiguiendo un resplandeciente efecto cromático. Al utilizar una refinada y variada paleta, recrea y traduce la luz supranatural que invade la habitación y juega con las sombras de las paredes y los reflejos en el espejo.
Holsoe muestra mayor interés por los detalles de la decoración de la habitación, como el mobiliario y otros objetos, que por la figura femenina, aunque también ha demostrado que sabe combinar de manera brillante en sus cuadros las figuras y los interiores. Pero en el cuadro que aquí comentamos la figura femenina no es el retrato de una persona determinada. Esta mujer vestida de oscuro aparece en el último término. Está sentada en una zona de sombra, de espaldas a la ventana, pelando una manzana y como sumida en sus pensamientos. Su actitud es pasiva, acentuando enormemente la quietud de la escena. Al no aportar ninguna animación particular al cuadro, se la puede equiparar a los demás objetos pintados. Lo que Holsoe pretende no es tanto narrar un acontecimiento de la vida cotidiana, sino captar una impresión y la magia de un instante en el que el vacío domina la habitación y el tiempo parece haberse detenido.
Rigmor Lovring