Sin título
Defensor apasionado del arte y de la literatura de Georgia, Kakabadze contribuyó en gran medida al renacimiento cultural de Tbilisi a finales de la década de 1910. Tbilisi se convirtió en un dinámico centro de experimentación creadora que inspiró los más diversos y llamativos fenómenos culturales. El pintor Sciltian, que más tarde hizo carrera en Italia, residía entonces en Tbilisi: «Todos los días llegaban de Rusia nuevos representantes de la filosofía y el arte, y eran recibidos con los brazos abiertos. La poesía y los poetas estaban en su apogeo. Sólo en aquella ciudad se podrían haber contado varios cientos de ellos [...] Toda aquella gente solía andar por los cafés, los restaurantes y las tabernas, enfrascados en interminables debates filosóficos y artísticos, y a veces la discusión subía de tono y acababan a puñetazo limpio».
Entre estos cafés y cabarets estaba la Taberna Fantástica y el Khimerioni, cuyo interior había decorado Kakabadze junto con sus colegas Gudiashvili y Sudeikin.
A pesar de ello, Kakabadze no desarrolló su estilo pictórico distintivo y personal hasta que no emigró temporalmente a París en 1920, pues hasta entonces sus paisajes y retratos eran ejercicios muy estructurados y controlados de Puntillismo tardío que poco tenían que ver con las conclusiones más radicales de sus colegas de San Petersburgo y Moscú. Sin embargo, a partir de 1920, Kakabadze siguió una vía más experimental que lo llevó a sus experimentos planos con el Cubismo sintético y el purismo, en los que los problemas intelectuales de la construcción pictórica, la definición espacial y la disposición compositiva eran fundamentales para el artista. En uno de sus opúsculos teóricos escribió: «En un cuadro cada parte, cada plano, cada línea y cada color deberían ocupar su propio lugar y ninguna parte del cuadro debería de ser superflua [de modo que] si alguien pregunta "¿para qué sirve esto?", la respuesta le vendrá dada de forma natural por las partes constituyentes de la obra».
En la década de 1920, Kakabadze pintó una serie de composiciones del tipo de esta obra sin título, particularmente las del ciclo titulado París (1920), muchas de las cuales todavía forman parte de la colección de su familia en Tbilisi. En particular, la obra que aquí se describe se parece notablemente al Paisaje de 1920, con el que comparte la misma composición con el puente, los edificios inclinados y los anuncios publicitarios, así como los colores básicos crema, ocre y gris verdoso. Bien es cierto que Kakabadze cambiaba de una obra a otra las marcas de los anuncios comerciales (Dubonnet, Cinéma, Petit), pero su fascinación por la nueva arquitectura y las calles de París siguió constituyendo una parte fundamental de este ciclo. Al igual que en otras escenas parisinas del mismo, Kakabadze hace hincapié en un diseño bidimensional mediante una organización estricta de planos irregulares. Éstos llevan adornos geométricos que recuerdan un papel pintado o un tapiz, y esta preocupación por la superficie combinada con la limitada paleta monocroma de ocres y grises recuerda las investigaciones contemporáneas de los puristas franceses.
Kakabadze exploró sus ideas en toda una gama de disciplinas figurativas y no figurativas, incluidas la escultura y los relieves abstractos, así como la pintura. Aunque se relacionó con muchos artistas en París, entre ellos Gris, Matisse, Ozenfant y Picasso, Kakabadze supo mantener su identidad artística y dedicó sus energías a muchas actividades diferentes, llegando incluso inventar y patentar un mecanismo estéreo-cinematográfico. Sin embargo, no es de sorprender que Kakabadze volviera a adoptar un estilo más realista después de regresar a la Georgia soviética en 1927, centrándose posteriormente en los paisajes industriales y en paisajes urbanos de Georgia.
John E. Bowlt y Nicoletta Misler