Paul Klee es reconocido como uno de los grandes creadores y teóricos del siglo XX. Su talento y originalidad son tan personales que no se le puede relacionar con ninguna tendencia clara, ni con ninguna escuela determinada. Si bien sus constantes cambios de estilo, técnica y temática demuestran su deliberada evasión de cualquier corriente artística, durante su juventud en Múnich estuvo próximo al clima intelectual del expresionismo alemán. Conoció a Jawlensky, Kandinsky, Macke y Franz Marc, e incluso participó en algunas de las exposiciones de Der Blaue Reiter. Precisamente Blick auf einen Platz (Vista a una plaza) de la colección Thyssen-Bornemisza fue presentada en la segunda exposición de este grupo organizada por Hans Goltz en Múnich, en febrero de 1912.
Como en muchas de sus obras anteriores a la Primera Guerra Mundial, esta acuarela muestra el interés del artista por el dibujo. A través de un grafismo ingenuo, cercano a lo que más tarde los surrealistas denominarán automatismo, Klee desarrolla una concepción moderna del dibujo. Si bien se trata de una representación naturalista de las fachadas de las casas de una plaza, el artista se ha liberado de las normas de la perspectiva y de la fidelidad al motivo y ha invertido la imagen de las casas del lateral derecho con respecto a las construcciones principales de la composición, tal y como había aprendido de los cubistas. Las obras de este periodo fueron calificadas por Jim Jordan como «protocubistas» por el énfasis en la geometrización de las formas y en los ritmos lineales abstractos. Según este autor, su impresionismo abierto y lineal «podía generar, en dibujos de motivos geométricos complejos, formas que tenían la luminosidad y la transparencia de un cubismo superficial».
Paloma Alarcó