Johann Koerbecke fue un pintor activo en Münster, Westfalia, en la segunda mitad del siglo XV. En su estilo se detectan influjos, por un lado, de los grandes maestros flamencos, y por otro del pintor Konrad von Soest. En las composiciones de sus obras es característica la importancia que otorga a las figuras y al paisaje, dotándolos de un gran naturalismo. Asimismo se observa un especial interés por el estudio de la perspectiva. La Asunción de la Virgen formó parte del retablo mayor de la iglesia de la abadía de Marienfeld, que cerrado mostraba ocho episodios de la Pasión de Cristo, y abierto ocho de la vida de la Virgen. Las pinturas de estas puertas fueron separadas, para proceder a su subasta en 1803, tras la secularización del convento. Esta tabla se considera la mejor de todo el conjunto, por las novedades que en ella se detectan, y por la manera en que Koerbecke ha resuelto la unión entre el mundo terrenal y el celestial. En la parte inferior aparecen los doce apóstoles individualizados alrededor del sepulcro de la Virgen. En la zona superior, con un fondo dorado que marca la diferencia entre la esfera celestial y el mundo terrenal, aparece Cristo con unos ángeles que reciben a la Virgen.

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Johann Koerbecke es el artista más importante de la ciudad de Münster, Westfalia, durante el siglo XV. Establecido en esa ciudad con su familia, Johann se formó en el taller paterno, que dirigió a la muerte de su progenitor, Hermann Koerbecke. En su obra se aprecia el conocimiento de la pintura de los primitivos flamencos, concretamente de Robert Campin y los hermanos Van Eyck, lo que ha llevado a pensar en un posible viaje al sur de los Países Bajos. Koerbecke, además, logrará fundir en sus composiciones las novedades del arte neerlandés con notas del estilo de Konrad von Soest. Según parece, este pintor gozó de una buena posición social en la ciudad y fue miembro, entre 1440 y 1460, de la hermandad de Nuestra Señora de San Egidio.

Su obra maestra es, sin duda, el retablo mayor para la iglesia de la abadía cisterciense de Marienfeld, conjunto al que perteneció esta pintura con La Asunción de la Virgen. El encargo fue hecho por el abad del monasterio, Arnold von Beveren, cuyo escudo de armas aparece pintado en la escena con la Anunciación, conservada en el Art Institute de Chicago. Este conjunto se instaló el 6 de febrero de 1457 y se consagró el 25 junio del año siguiente. El cuerpo central del altar lo constituía una escultura con la Virgen en el trono, enmarcada por veinticuatro bustos dorados que guardaban las reliquias de santa Úrsula y sus compañeras. El altar tenía dos alas que cuando estaban cerradas mostraban ocho escenas de la Pasión de Cristo, y cuando se abrían, ocho episodios de la vida de la Virgen. La Asunción, una de las fiestas marianas más importantes de la religión católica, formaba parte del ala interior derecha. Por documentos conservados en el archivo del monasterio, sabemos que en 1456 se realizó un pago parcial al pintor por el altar mayor. Este conjunto sufrió el paso de las modas y así, en el siglo XVII, se instalaron dos alas que cubrieron el trabajo del siglo XV. Tras la secularización del convento, en 1803, las pinturas de Koerbecke fueron separadas de sus puertas y se prepararon para su subasta. Este dato se conoce por un informe realizado por Johann Christoph Rincklake, en el que se registran, junto a otras piezas que ya habían sido separadas de sus soportes originales y enmarcadas individualmente, las dieciséis tablas de las dos puertas.

La Asunción de la Virgen se considera la obra mejor del conjunto debido a las novedades que Koerbecke introduce y a la manera en que se resuelven problemas compositivos, como la conexión entre el mundo celestial y el terrenal. En la mitad inferior, los doce apóstoles, cuyos rostros están perfectamente individualizados, se agrupan en torno al sepulcro vacío de la Virgen. La tapa de este sepulcro, que forma una pronunciada diagonal en primer término, constituye por sí sola una innovación por la posición con la que el artista la ha solucionado en un plano avanzado. El pintor, además, se ha detenido para analizar las actitudes, los gestos y las reacciones de los apóstoles ante el milagroso hecho del que son testigos y que utilizará como ligazón entre los distintos miembros de los dos grupos emplazados a los lados de la sepultura. En la esfera celestial se aprovecha el fondo de oro para marcar más la diferencia entre el mundo divino y el humano. El pintor, además del realismo que inculca a los apóstoles, los envuelve en telas de vivos colores que tienen continuidad, por su intensidad, con la escena gloriosa de la mitad superior. Aquí, Cristo, seguido de un compacto conjunto de ángeles, recibe a la Virgen, que va acompañada por cuatro grupos de ángeles músicos que flotan en esquemáticas nubes.

La Asunción de la Virgen ingresó en la colección Thyssen-Bornemisza en 1929 y fue adquirida a través de la galería Julius Böhler en Múnich. Anteriormente había pertenecido a una colección privada en Westfalia.

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