Vista panorámica con ciudad al fondo
1655
Óleo sobre lienzo.
83,4 x 127,5 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
211
(1930.42
)
Sala 23
Planta segunda
Colección permanente
El paisaje ocupó en la Holanda del siglo XVII un lugar sobresaliente. Los pintores holandeses consiguieron durante ese siglo fijar una representación de su entorno reproduciendo el medio en el que transcurrían sus actividades. El valor que concedieron a la tierra y su aprecio por el campo como lugar de disfrute estarían en la base de la estima que existió hacia este tipo de pintura y son conceptos significativos a la hora de evaluar la independencia y evolución del género. De hecho, el paisaje holandés adquirió en ese siglo un desarrollo prodigioso, y el número de pintores que lo cultivaron y la gran cantidad de obras que han llegado hasta nosotros son sólo comprensibles por la popularidad que tuvo. Sin embargo esta popularidad no se entiende sin un mercado libre, ávido por el consumo de esos productos, que eran asequibles no sólo para los estamentos más acaudalados, sino también para una creciente clase media.
Los antecedentes para el paisaje como género pictórico autónomo se encuentran en las miniaturas de los libros de horas, en las detalladas vistas que los primitivos neerlandeses insertaron en sus pinturas y, ya en el siglo XVI, en las obras de artistas como Patinir y Pieter Bruegel. En los cuadros de estos pintores, y más concretamente en los de Patinir, las figuras son meros elementos accesorios que sirven para dar título a unas composiciones donde el verdadero protagonista es el fondo.
Esta tela perteneció a Pavel Pavlovich, príncipe de San Donato, cuya colección tuvo su sede en un palacio próximo a Florencia y fue reproducida en un artículo de Leroi, editado en 1880, dedicado a la colección de este aristócrata. La obra fue subastada, con otros objetos, en 1880, cinco años antes de su muerte, siendo adquirida por Adolf J. Bösch para su colección vienesa de Oberdöbling. Posteriormente perteneció a James Simon en Berlín, y pasó por las galerías de los marchantes Charles Sedelmeyer en París y Jacques Goudstikker en Amsterdam. Precisamente a esta última galería fue adquirida, en 1928, por Hans Thyssen-Bornemisza para su colección.
Koninck, en cuyas primeras obras se detecta el estudio de pintores como Rembrandt y Hercules Segers, a finales de la década de 1640 tenía definido su propio estilo, que dio sus mejores resultados entre los años cincuenta y mediados de los sesenta.
Philips Koninck, introductor de la vista panorámica, una modalidad que ha sido considerada una de las aportaciones más originales al género, es uno de los representantes del paisaje clásico holandés. Sus temas, como esta Vista panorámica con ciudad al fondo, se toman de las llanuras de Gelderland, sin que en ellas sea posible identificar ningún lugar concreto. Koninck emplea para sus pinturas grandes formatos apaisados que juegan con el efecto que su panorámica va a producir en el espectador. En sus lienzos crea un horizonte con perfiles difusos que divide la superficie en dos zonas netamente diferenciadas y presentadas desde un elevado punto de vista. El artista conquistó sus más altos logros en 1654 y 1655, año este último en el que está datado nuestro cuadro. Koninck compone esta tela con un primer plano de suaves colinas que ilumina con precisión y que elabora con una pincelada viva. La profundidad la va creando pictóricamente valiéndose de franjas horizontales compuestas por agua, tierra y árboles, que van alternando, yuxtapuestas, en compactos conjuntos de sombra y luz. Para aumentar este efecto ilusorio, utiliza en los últimos planos una técnica suelta y fluida que contrasta con la usada en el primer término. La línea del horizonte se rompe sin que podamos determinar con claridad dónde empiezan los perfiles de las colinas, el cielo o la tierra, ya que Koninck consigue unos efectos atmosféricos de altísima calidad. En esta obra, en la que el pintor ha abandonado recursos adoptados en cuadros anteriores para introducirnos en el paisaje—como, por ejemplo, el camino que arranca del primer plano o que circunda y aísla motivos concretos—, puede comprobarse el elevado nivel de maestría técnica que era capaz de alcanzar.
Esta pintura se ha relacionado con otras fechadas en el mismo año y en las que Koninck experimenta con distintos motivos para crear la recesión espacial. Estas pinturas son Paisaje con un camino junto a un río, de la National Gallery de Londres; Paisaje panorámico con un molino de viento, perteneciente al Trustees of the Firle Estate Settlements, Firle Place, Lewes; Paisaje con alquerías y un camino, del Rijksmuseum de Amsterdam, y Vista panorámica del Muzeul National Brukenthal de Sibiu, Rumanía.
Mar Borobia
Los antecedentes para el paisaje como género pictórico autónomo se encuentran en las miniaturas de los libros de horas, en las detalladas vistas que los primitivos neerlandeses insertaron en sus pinturas y, ya en el siglo XVI, en las obras de artistas como Patinir y Pieter Bruegel. En los cuadros de estos pintores, y más concretamente en los de Patinir, las figuras son meros elementos accesorios que sirven para dar título a unas composiciones donde el verdadero protagonista es el fondo.
Esta tela perteneció a Pavel Pavlovich, príncipe de San Donato, cuya colección tuvo su sede en un palacio próximo a Florencia y fue reproducida en un artículo de Leroi, editado en 1880, dedicado a la colección de este aristócrata. La obra fue subastada, con otros objetos, en 1880, cinco años antes de su muerte, siendo adquirida por Adolf J. Bösch para su colección vienesa de Oberdöbling. Posteriormente perteneció a James Simon en Berlín, y pasó por las galerías de los marchantes Charles Sedelmeyer en París y Jacques Goudstikker en Amsterdam. Precisamente a esta última galería fue adquirida, en 1928, por Hans Thyssen-Bornemisza para su colección.
Koninck, en cuyas primeras obras se detecta el estudio de pintores como Rembrandt y Hercules Segers, a finales de la década de 1640 tenía definido su propio estilo, que dio sus mejores resultados entre los años cincuenta y mediados de los sesenta.
Philips Koninck, introductor de la vista panorámica, una modalidad que ha sido considerada una de las aportaciones más originales al género, es uno de los representantes del paisaje clásico holandés. Sus temas, como esta Vista panorámica con ciudad al fondo, se toman de las llanuras de Gelderland, sin que en ellas sea posible identificar ningún lugar concreto. Koninck emplea para sus pinturas grandes formatos apaisados que juegan con el efecto que su panorámica va a producir en el espectador. En sus lienzos crea un horizonte con perfiles difusos que divide la superficie en dos zonas netamente diferenciadas y presentadas desde un elevado punto de vista. El artista conquistó sus más altos logros en 1654 y 1655, año este último en el que está datado nuestro cuadro. Koninck compone esta tela con un primer plano de suaves colinas que ilumina con precisión y que elabora con una pincelada viva. La profundidad la va creando pictóricamente valiéndose de franjas horizontales compuestas por agua, tierra y árboles, que van alternando, yuxtapuestas, en compactos conjuntos de sombra y luz. Para aumentar este efecto ilusorio, utiliza en los últimos planos una técnica suelta y fluida que contrasta con la usada en el primer término. La línea del horizonte se rompe sin que podamos determinar con claridad dónde empiezan los perfiles de las colinas, el cielo o la tierra, ya que Koninck consigue unos efectos atmosféricos de altísima calidad. En esta obra, en la que el pintor ha abandonado recursos adoptados en cuadros anteriores para introducirnos en el paisaje—como, por ejemplo, el camino que arranca del primer plano o que circunda y aísla motivos concretos—, puede comprobarse el elevado nivel de maestría técnica que era capaz de alcanzar.
Esta pintura se ha relacionado con otras fechadas en el mismo año y en las que Koninck experimenta con distintos motivos para crear la recesión espacial. Estas pinturas son Paisaje con un camino junto a un río, de la National Gallery de Londres; Paisaje panorámico con un molino de viento, perteneciente al Trustees of the Firle Estate Settlements, Firle Place, Lewes; Paisaje con alquerías y un camino, del Rijksmuseum de Amsterdam, y Vista panorámica del Muzeul National Brukenthal de Sibiu, Rumanía.
Mar Borobia