Abstracción
Willem de Kooning fue, junto a su compañero de estudio Arshile Gorky, uno de los iniciadores del expresionismo abstracto norteamericano. De origen holandés, emigró a los Estados Unidos en 1926, donde pronto su pintura sentiría el influjo tanto de la construcción del espacio cubista, que se imponía entonces en el panorama artístico americano, como del automatismo de los surrealistas Miró, Arp y Matta, si bien estas influencias se combinaban con una profunda experimentación personal, en especial en lo que se refiere al color.
En esta Abstracción, de 1949-1950, De Kooning nos descubre ya una nueva concepción de la pintura basada en el gesto y el color, un estilo propio y definido, alejado de cualquier lenguaje moderno anterior. Fue ejecutada poco después de haber presentado su primera exposición individual en Nueva York, en la que sus pinturas negras abstractas fueron una verdadera revelación, y después de haber sido invitado por Josef Albers a impartir clases en el Black Mountain College, durante el verano de 1948, donde empezó a introducir color en sus obras.
A pesar de titularse Abstracción, la composición se basa en motivos pictóricos tradicionales y, como la mayoría de las obras del pintor, está cargada de referencias figurativas. Tal y como exponía Clement Greenberg, «De Kooning propone una síntesis de modernidad y tradición y un mayor control sobre los recursos de la pintura abstracta que le permitan hacer testimonios con un gran estilo equivalente al del pasado». El propio artista se pronunciaba en una ocasión: «No estoy interesado en abstraer, ni en eliminar o reducir las formas de mis pinturas... Pinto así porque puedo añadir constantemente cosas: drama, furia, dolor, amor, una figura, un caballo, mis ideas sobre el espacio».
La iconografía de la muerte, presente aquí en la calavera del ángulo inferior derecho y en la representación simbólica del Gólgota a través de la escalera y el poste, a la derecha de la composición, se contrapone a las carnalidades rosas y amarillentas de una inusual distorsión y brutalidad. La escalera, que aparece en varias pinturas de este mismo periodo, ya había sido utilizada por el pintor en 1928 en una pequeña composición que recuerda a Paul Klee y Joan Miró.
La fuerza y movilidad de los planos y las figuras, elaborados con una gestualidad pictórica muy violenta, dan como resultado una imagen confusa de vida y muerte, construida a partir de abstracciones de elementos extraídos de la realidad visual o de la imaginación del artista. Los planos diagonales, los elementos arquitectónicos con los que organiza el espacio y la estructuración de la composición ofrecen una cierta tridimensionalidad, pero la sugerencia de perspectiva se esconde tras toda una serie de manchas biomórficas, gestuales y amenazantes. Las formas angulares superpuestas con otras orgánicas y curvilíneas, que aluden a la anatomía humana, forman una red de masas compactas unidas por diversas diagonales negras muy espontáneas.
A partir de finales de los años cuarenta, para De Kooning el gesto y la acción serían los componentes primordiales de su pintura. Esa acción, que el crítico Harold Rosenberg definía como el acto físico de la creación, aparece aquí en forma de pinceladas instintivas, representaciones empastadas o huellas dactilares. No hay que olvidar que, si bien el propio De Kooning manifestaba que Pollock fue quien «rompió el hielo» y revolucionó el mundo artístico con sus primeros drippings, también había apostillado: «pero fui yo quien le dio las pistas».
Paloma Alarcó