Walt Kuhn realiza un tipo de escena de ocio en la playa que cuenta con una larga tradición en la pintura moderna. En el siglo XIX las añejas e idealizadas evocaciones pastorales fueron transformadas en imágenes directas del esparcimiento burgués. La pintura francesa desde Boudin, Manet, los impresionistas y postimpresionistas, había tratado mucho estos temas, y Kuhn había bebido de esas fuentes gracias a sus viajes por Europa en 1901 y 1902, primero como alumno de la Academia Colarossi en París y más tarde de la Academia de Múnich. También contaba con precedentes en la pintura norteamericana, tanto en las escenas de paseos y actividades deportivas al aire libre de Winslow Homer y Thomas Eakins, como en los motivos costeros de Maurice Prendergast. En Bañistas en la playa Kuhn pintó el cuadro durante una de sus estancias veraniegas en Ogunquit, en la costa de Maine. Estratifica la composición en tres franjas horizontales que representan la arena con las suaves ondulaciones de las dunas, el mar y el cielo, y sobre ellas distribuye los grupos de figuras así como los triángulos de veleros y banderines. Aunque cargado de elementos, el cuadro posee un orden que responde al interés del pintor neoyorkino por dotar a sus composiciones de una estructura racional y abstracta, aunque ésta quede supeditada a la representación naturalista. Kuhn había conocido y explorado la abstracción o cuando menos la reducción geométrica de inspiración cézanniana en unos lienzos que en su mayoría destruyó. Aquí las formas de triángulos y rectángulos se recortan nítidamente sobre los azules del fondo, imprimiendo tensiones verticales y un ritmo dinámico a la horizontalidad dominante. Sus líneas y ángulos rectos contrastan con lo curvilíneo de las figuras, realizadas de forma sumaria, sin detalles ni rasgos fisonómicos, y definidas por manchas planas de color y contornos oscuros.
Este cuadro, dos años posterior a la famosa exposición del Armory Show que Kuhn contribuyó activamente a organizar, recoge e integra elementos de lo que bien pudo conocer en sus viajes a Colonia, París y Londres en 1912 durante la preparación de la exposición, que podrían haber afianzado intuiciones pictóricas anteriores. Durante la época de la Primera Guerra Mundial Kuhn mostró conexiones con el Postimpresionismo que aquí es posible evocar a través de la obra de Prendergast por el tratamiento a base de manchas o parches de color claramente delimitados. Pero más fuerte es la filiación fauve de su sentido vibrante del color y la realización de las figuras mediante contornos sinuosos que él mismo denominó «arabescos», que lo relacionan con uno de sus referentes más admirados, Henri Matisse, aunque también cabría pensar en un conocimiento de la obra de Kandinsky del período de Murnau.
En Bañistas en la playa Kuhn crea luz mediante el color, pues prescinde de juegos tonales y de sombras, para centrarse en los contrastes entre colores: el blanco y el negro son los extremos de un amplio repertorio de amarillos, verdes, azules y sobre todo de acentos vigorosos de rojo. Relaciones cromáticas que se suman a los efectos texturales que busca Kuhn aplicando el óleo denso. Unas veces la mancha está realizada con pinceladas paralelas; otras elude el «toque» subjetivo del pincel alisando el color mediante papeles aplicados sobre el óleo aún fresco, de modo que al presionar se reduce la presencia del gesto pictórico. La diferencia en el tratamiento de la textura del color confiere una mayor cualidad táctil a las figuras en la arena, que las aproxima perceptivamente al espectador, mientras que la reducción de materia y la temperatura cromática fría del mar y el celaje crean un segundo término en recesión.
Carmen Bernárdez Sanchís