Chico con chistera es una de las muchas representaciones circenses que constituyen una parte fundamental de la creación pictórica de Kuhn. Uno de los exponentes de esta temática es Payaso blanco, de 1929, en la National Gallery de Washington, su obra más conocida. En ese cuadro Kuhn concibió una robusta figura sentada de gran monumentalidad, que ocupa la totalidad de la composición, y en la que es patente la influencia de la concepción constructiva de Cézanne. En cambio en Chico con chistera se aprecia una notable diferencia de concepción y resolución pictórica. El joven payaso vestido con chaqueta y chistera negra recorta su estilizada figura sobre un telón gris en el que se esbozan amplios pliegues verticales. Su rostro alargado y huesudo está cubierto por un espeso maquillaje blanco sobre el que se marcan gruesas líneas negras que perfilan cejas, ojos y labios. Todo el cuadro está realizado con una restringida gama de colores con la que Kuhn propicia un tratamiento tonal de intensos efectos lumínicos. Chico es una imagen de gran frontalidad y hieratismo cuya expresión contenida transmite una tensa melancolía. Sin duda el énfasis está en los enormes ojos, como es característico de la mayoría de las figuras de Kuhn desde los años veinte y hasta el final de su vida, aunque no era el caso en Payaso blanco, en el que el pintor estaba más interesado por el volumen y la plasticidad del cuerpo. Aquí el personaje mira hacia fuera del cuadro, al punto en el que se sitúa el espectador, pero la intensidad de su mirada no está realmente volcada hacia éste o hacia algo externo, sino que enmascara una profunda soledad y una crisis interior que los amigos de Kuhn detectaban en él mismo durante los últimos meses de su vida, en los que realizó su última exposición en la Galería Durand-Ruel de Nueva York. En noviembre de 1948 sufrió una crisis nerviosa a la que seguiría una perforación gástrica, a consecuencia de la cual moriría en un hospital del estado de Nueva York.
La relación de Kuhn con el mundo del espectáculo no sólo era una opción pictórica en la línea de tantas representaciones de arlequines, payasos, actores y artistas circenses que puede detectarse desde el Gilles de Watteau, las escenas de circo de Degas, los arlequines picassianos y los personajes de Rouault. Entre los pintores norteamericanos, Everett Shinn había retratado escenas teatrales y de revista, mientras que Bellows y Luks habían elegido las veladas de boxeo. La plasmación directa y realista del personaje recuerda el entorno del Realismo en el que Walt Kuhn se movió en sus primeros años. Aunque no perteneció directamente a las filas de Robert Henri ni a la llamada Ash Can School, sí estuvo en contacto y se movió en su círculo durante la organización de la Exposición de Artistas Independientes de 1910, precursora en tres años de la del Armory Show. Kuhn compartía con los pintores realistas el gusto por una observación directa de las cosas, y sobre todo un fuerte rechazo al conservadurismo académico. Fue siempre un emprendedor y organizador hábil. Su vinculación con el mundo del espectáculo se remontaba a su juventud cuando, encargado de llevar a los teatros los vestuarios que se realizaban en el negocio en el que trabajaba, se entretenía entre bambalinas. Más tarde hizo algunos encargos de publicidad para el circo, y en 1928 colaboró con Libby Holman en la revista Merry-Go-Round, para la que diseñó escenografía y vestuario. Para los personajes que pueblan sus cuadros de las décadas de los veinte, treinta y cuarenta, generalmente profesionales del espectáculo y no modelos, diseñaba él mismo y su esposa los trajes de circo o de teatro con los que serían retratados.
Carmen Bernárdez Sanchís