Estudio para el lenguaje de las verticales
Hoy en día nadie discute el papel de pionero de la abstracción de František Kupka. El pintor checo, formado artísticamente en Praga y Viena, se instaló en París en 1896, donde durante un tiempo se ganó la vida como ilustrador. En la capital francesa encontró un ambiente más adecuado para el desarrollo de su personal visión no-objetiva del arte y, en la prematura fecha de 1912, expuso en el Salon d’Automne sus primeras obras totalmente abstractas, con títulos que se referían a lo informe y a la música, como Amorfa fuga en dos colores.
En este Estudio para el lenguaje de las verticales, que Serge Fauchereau definió como «sinfonía de sombríos órganos basálticos negros y rojos», el elemento dominante es, como su propio nombre indica, una sucesión de líneas verticales a modo de un telón colocado en paralelo al plano pictórico. Si bien Kupka podría haberse inspirado en las verticales de la arquitectura gótica, cualquier relación con la realidad se desvanece al ser traducida en términos pictóricos. La secuencia vertical repetitiva, interrumpida exclusivamente por una serie de formas romboidales, nos hace recordar el diseño textil. Su abstracción, llena de significados e intenciones filosóficas, se acerca a la música y a las teorías de surgimiento de la energía, tan de moda en su época. En su ensayo La Création dans les arts plastiques, de 1923, en el que dejó constancia de sus ideas sobre el arte como mecanismo de creación de imágenes al margen de la naturaleza, escribía: «En la vertical existe toda la solemnidad de lo estático. Contiene al mismo tiempo la cúspide y la base, que se juntan, pero divide el espacio horizontalmente. Repetidas como series paralelas, la vertical se expande horizontalmente en una ilusión tensa y muda».
Paloma Alarcó