El patio de la aduana
Este lienzo, con una historia muy documentada, fue encargado al pintor por el abad Terray, ministro del rey Luis XVI. El abad Terray también solicitó al artista una segunda tela titulada La plaza del mercado (la Halle), actualmente en una colección privada, del que fue pareja y que Lépicié finalizó cuatro años más tarde. La pintura del Museo se expuso en el Salon de 1775, donde suscitó elogiosos comentarios por parte de Diderot, que alabó la composición, llena de imaginación, así como su luminoso colorido. Diderot también añadió en su comentario que la figura central, con una casaca verde, era el mismo pintor. La obra se puso a la venta en la almoneda del abad Terray, junto con su pareja, para aparecer después, las dos, en las colecciones de Ménars de Marigny, Clos y Tarade. Precisamente este último propietario las cedió, en mayo de 1874, al museo de Tours, donación que fue anulada en 1881 por su viuda, para salir al mercado con su pendant en ese mismo año. Las pinturas permanecieron juntas hasta 1893, cuando pasaron por la Galerie de l’Universelle; en 1903, en la venta de la colección Lelong, sólo figuró El patio de la aduana. El último propietario de La aduana antes de entrar en la colección Thyssen-Bornemisza fue el barón James de Rothschild.
La pintura, fechada en 1775 y firmada por el artista, se inscribe en su madurez. Lépicié ha organizado su aplaudida composición con un gran espacio acotado en su lado izquierdo por un pórtico curvo, de sólidas arcadas, y una galería de pequeñas dimensiones, cuyo interior se aprovecha para dependencias administrativas. El espacio que el pintor representa en el centro se encuentra lleno de fardos, toneles y bultos, cargados en carretas y amontonados en el suelo. Entre ellos los animales de tiro y las figuras, colocadas en grupos que o bien esperan, o examinan la mercancía, como en el caso de la caja con libros a nuestra derecha, o simplemente supervisan los fardos cotejando sellos y documentación, como ocurre con el grupo central. La actividad que se vive en este patio, donde se han captado las labores rutinarias de los funcionarios, no tuvo que ser muy distinta de la imagen legada por Lépicié, aunque en ella el mismo abad Terray, el clérigo de negro, de pie, inmediatamente detrás del hombre con la casaca bermellón, supervisa personalmente los trabajos. Los colores de Lépicié, entonados, se rompen con toques saturados de verdes y rojos de las ropas de algunos personajes. De esta tela se conocen dos dibujos: uno en el que se reproduce la composición completa, en la colección de los herederos del barón Thyssen-Bornemisza y adquirido en la misma subasta que la pintura, y un segundo, donde se representan catorce figuras y que perteneció a la colección de James de Rothschild.
Mar Borobia