La nieta del artista con su niñera en el jardín del Wannsee
El extraordinario jardín de Liebermann a orillas del Wannsee en Berlín constituye el gran tema de su obra de vejez. Este cuadro muestra la amplia superficie de césped que se extiende hasta el lago, vista desde la ventana. Es una panorámica del jardín que da sensación de amplitud de miras, lejanía y apacibilidad. Hay pocas sombras, no hay contrastes duros ni dramaturgia de ningún tipo. El elemento dominante es el color aplicado con sorprendente ligereza, una sinfonía de tonos verdes, vivificada por el rojo de las flores y los trajes blancos de la nieta Maria y su niñera, que se acercan subiendo por el camino. La composición de esta pintura se preparó con diversos dibujos y se trasladó a obra gráfica impresa.
El sobrio y discreto Max Liebermann, perteneciente a la alta burguesía y figura relevante de la política cultural, representó una y otra vez de manera entrañable a su mujer, a su hija Käthe y, ya anciano, a su nieta Maria. Observó, pintó y dibujó el desarrollo de esta última con la misma delicadeza sublime con que, treinta años antes, había plasmado el crecimiento de su hija. En 1923 se dedicó de manera especialmente intensa a este tema. En marzo, Maria había celebrado su sexto cumpleaños, y es probable que ese mismo año pasara gran parte del verano junto al Wannsee. Su nieta, la niña en medio del jardín, se convertiría en un nuevo motivo importante dentro de la creación del Liebermann anciano.
Liebermann adquirió en 1909 esta finca, situada en una colonia habitada por personajes ricos y poderosos. Encargó que edificaran en ella una villa siguiendo el modelo de las casas de campo de Hamburgo y comenzó a plantar un jardín, planificado de manera muy precisa con el asesoramiento de su amigo Alfred Lichtwark, director de la Kunsthalle de Hamburgo. Al igual que otros artistas y arquitectos de talante reformista hacia 1900, Lichtwark había desarrollado todo un ideario para una nueva configuración de los jardines acorde con los nuevos tiempos. Juntos trazaron el jardín del pintor, de una belleza extraordinaria, con ambientes claramente delimitados para usos diversos y unidos entre sí mediante múltiples caminos y ejes de perspectiva.
Lichtwark publicó también textos que estuvieron muy en boga sobre el nuevo arte del trazado de jardines. En su libro Makartbouquet und BlumenstrauB describe a un conocido, que bien podría ser el propio Liebermann, al que muestra el jardín tradicional de un campesino de las marismas de Hamburgo: «Cuando me haga construir una villa en mis posesiones [...], encargaré que planten un jardín como éste. Enviaré aquí a mi jardinero para que aprenda unas cuantas cosas [...]. Tras estas palabras nos sentamos y disfrutamos de esta bien conservada creación, fruto de una antiquísima tradición artística. Mi amigo dispuso sus manos en forma de marco ante sus ojos buscando motivos pictóricos, como hacen los pintores. Aquí se podrían pintar cien cuadros, dijo, a cual más bello».
La adquisición de esta propiedad a las afueras de Berlín tuvo lugar en una época de problemas dentro de la asociación artística Berliner Secession, que presidía Liebermann desde su fundación. En 1910, la Secesión rechazó pinturas de los expresionistas, y como consecuencia algunos de los artistas jóvenes abandonaron la asociación y crearon la Neue Secession. El pintor Emil Nolde atacó duramente a Liebermann en una carta abierta. En enero de 1911, Liebermann renunció a la presidencia de la Secesión berlinesa y, de este modo, puso de manifiesto su tolerancia ante las aspiraciones de una nueva generación que exigía ser reconocida.
Con posteridad Liebermann se fue independizando cada vez más de las tendencias artísticas. No se pueden asignar estilísticamente al Impresionismo, sin más ni más, las numerosas imágenes del jardín creadas por el Liebermann anciano durante los años veinte. En su juventud ya había entrado en contacto con el panteísmo de Spinoza, y en 1929 escribió en un periódico judío: «Nacido para ver, todas mis concepciones de lo existente proceden de la contemplación. Probablemente el deus sive natura de Spinoza es el enunciado que más se aproxima a mi concepción del mundo».
Angelika Wesenberg