Autorretrato
En la obra de Lorenzo Lotto ocupan un lugar relevante tanto las composiciones religiosas como los retratos, género este donde el artista introdujo destacadas novedades. Nacido en Venecia, no se conoce con exactitud con quién se inició en el oficio de pintor, aunque sus obras más tempranas nos revelan un conocimiento notable de la pintura que se estaba realizando en su entorno. Lotto fue un pintor de una gran actividad que trabajó en importantes localidades del Véneto y de Las Marcas, así como en Roma, siendo especialmente destacado en periodos como el de Bérgamo, transcurrido entre 1513 y 1525. Lotto es uno de los artistas italianos del siglo XVI de los que se ha conservado un elevado número de documentos, entre los que se encuentran cartas, un libro de cuentas, Libro di spese diverse, así como numerosos trabajos, muchos de ellos firmados. En la localidad de Treviso, cercana a Venecia, dejó algunas de sus primeras obras, como los altares realizados para Santa Cristina al Tiverone y para la catedral. En esa etapa de la primera década del siglo se sitúa uno de sus retratos tempranos: el del obispo Bernardino de’Rossi, de 1505, conservado en el Museo Nazionale di Capodimonte. Lotto presenta en él algunas de las características que se repetirán a lo largo de la magnífica galería de efigies que legó, como el diálogo que se establece con el espectador a través de la mirada de sus modelos, dirigida siempre hacia fuera de la pintura. En esa tabla, sobre un fondo neutro, que en ese caso es una cortina de intenso color verde, el artista recorta la silueta de su patrón y valedor, que viste una cálida muceta y agarra con decisión un documento.
La tabla del Museo Thyssen-Bornemisza fue subastada como obra autógrafa de Lotto y como retrato de un caballero, en 1974; la pintura, sin embargo, ingresó en Villa Favorita en 1977, procedente del mercado de arte británico. Tanto la atribución del óleo como la posibilidad de que la imagen fuera un autorretrato del artista se deben a una comunicación de Federico Zeri hecha poco después de incorporarse la obra a la colección Thyssen-Bornemisza. En ese documento se alude a que tanto el estilo como el sentimiento que se desprenden de este rostro corresponden al hacer de Lotto, que también añadió, en esta ocasión, un cierto lirismo. El historiador italiano comentó que tal vez esta cabeza fuera un autorretrato por la posición del modelo y la expresión de los ojos, que parecen reflejar la mirada del pintor en un espejo. El retrato resulta de una gran sobriedad y en él se recogen fórmulas que Lotto empleó para sus primeros clientes, como son el fondo neutro, la presentación de la figura de busto y el modelado preciso. Aquí se ha sustituido el cortinaje que aparece en su retrato de Bernardino de’Rossi por una tinta verde, intensa, sobre la que resalta con fuerza el rostro enmarcado con grandes manchas oscuras que corresponden al cabello, al sombrero y a la ropa. El personaje mira con energía y gravedad al espectador, pese a que se ha optado por la alternativa de dejar una parte de su cara en penumbra. Este esquema evolucionará en las décadas posteriores, incluyendo a las figuras de medio cuerpo y de tres cuartos, acompañadas de una serie de detalles, a veces de difícil interpretación, que suelen aludir al carácter, aficiones, profesión y vida de los modelos.
Mar Borobia