La Virgen con el Niño y san Juanito
Bernardino Luini fue un artista muy apreciado entre los coleccionistas del siglo XIX, que buscaron sus trabajos por su elegancia y por sus composiciones. Luini trabajó tanto el fresco como la pintura de caballete. Sobre su vida se conocen pocos detalles y su catálogo de obras, al que se añadió un número excesivo, se ha ido perfilando a lo largo de las pasadas décadas. A Luini se le menciona entre los seguidores de Leonardo, y las fuentes le colocan en el taller de un artista secundario que trabajó en Milán entre finales del siglo XV y principios del XVI. Bernardino era un conocedor profundo de la pintura de Leonardo, cuyos conceptos aplicó en sus pinturas, especialmente en el campo compositivo y en el técnico, donde encontramos contornos suaves y difuminados. También estudió las obras romanas de Rafael y la pintura veneciana. Entre sus primeros trabajos, que se fechan en la década de 1510, se encuentra un políptico para la iglesia parroquial de Maggianico, en Como, así como unos frescos para la abadía de Chiaravalle.
La Virgen con el Niño y san Juanito procede de la colección parisina del barón Édouard de Rothschild, donde está documentada en 1880 y entre cuyos descendientes se conservó. La pintura ingresó en la colección Thyssen-Bornemisza en 1977, procedente del mercado de arte británico. Sin embargo, este óleo pudo pertenecer al cardenal Fesch, prelado que fue obispo de Lyon y cuya colección se subastó en Roma en 1845. La obra aparece en el catálogo de esta venta correctamente atribuida y con una detallada descripción que se ajusta a la imagen del Museo. En el catálogo también se hace una pequeña valoración en la que destaca la armonía del color, la suavidad del pincel, la belleza de la figura de la Virgen, así como la seducción que el artista consigue con el tema.
La tabla está inspirada en los modelos divulgados por Leonardo, que en este caso se circunscriben al núcleo central. El pintor ha colocado al grupo principal en un pequeño alto, sobre una pradera, y lo ha aislado del paisaje posterior con un murete bajo de piedras que usa también para resaltar y dar amplitud al fondo. La Virgen, de rodillas, con un rostro idealizado que recuerda el tipo de la Virgen de las rocas de Leonardo, sostiene con gran delicadeza a Jesús por el pecho y por uno de sus pies. El Niño acerca sus manitas al cordero, que se arrodilla ante su presencia, y al que acaricia también san Juanito, que mira con fijeza al Redentor. La composición amable y con un toque de dulzura se completa con una vista en la que se ha resaltado la presencia de elementos procedentes del norte de Italia, del entorno del lago Como. En el prado más próximo, a nuestra izquierda, Luini ha colocado un buey y una mula, esta última pastando, junto a una figura masculina que puede ser san José. El pintor obtiene una buena combinación cromática al contrastar grandes superficies de color, como la que se produce entre la túnica roja de María y el intenso verde de la vegetación.
En el Indianapolis Museum of Art hay otra versión, fechada hacia 1520, con ligeras variaciones de composición.
Mar Borobia