El Maestro de la Leyenda de la Magdalena debe su nombre a Max J. Friedländer, que tomó como base para su estudio dos tablas con representaciones de escenas de esta santa, una de ellas desaparecida y la otra conservada en el Philadelphia Museum of Art. Fue un pintor activo en Bruselas a finales del siglo XV y principios del XVI. Colin Eisler atribuyó la obra del museo a este maestro, aunque con reservas, ya que había estado asignada a artistas franceses y alemanes con influencias flamencas. La tabla en su anverso, representa sobre un fondo rojo en el que destacan todos los elementos de la composición, el retrato de un hombre que lleva la cruz aspada, característica de san Andrés, y un fino halo alrededor de su cabeza. Este tipo de retratos, en los que el personaje aparece con los símbolos de su patrón, gozó de mucha popularidad en esta época. En el reverso, se representa a un san Sebastián, en grisalla, al que se identifica por el arco y las flechas.

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El Maestro de la Leyenda de la Magdalena, pintor activo en Bruselas en el cambio de siglo, debe su nombre y su primer catálogo a Max J. Friedländer. Este crítico tuvo como punto de partida dos tablas desmembradas con historias de esta santa con las que trazó su perfil, óleos que se fecharon hacia 1515-1520. Desgraciadamente, uno de estos episodios, conservado en Berlín, se perdió durante la Segunda Guerra Mundial; el otro se conserva en la colección Johnson del Philadelphia Museum of Art. Tras Friedländer, Maquet-Tombu añadió a su catálogo cuatro tablas más en relación con el conjunto del que tomó su nombre.

Esta tablita, con imágenes en ambas caras, procede de una colección privada en Zurich. De allí pasó a Dortmund, a la colección de Andreas Becker, donde fue catalogada como obra de Simon Marmion y su grisalla identificada como san Víctor. Esta pintura, como reconoció Colin Eisler, es difícil de atribuir. Desde que fue publicada por primera vez con motivo de la exposición celebrada en Dortmund en 1954, ha estado asignada a artistas franceses o alemanes con estilos próximos al mundo flamenco. Así fue considerada una obra del pintor alemán Hinrik Funhof, como propuso Fritz, o del mencionado artista Simon Marmion. El óleo fue finalmente adjudicado, con reservas, por Colin Eisler, al Maestro de la Leyenda de la Magdalena.

La tabla, en su anverso, presenta la imagen de un hombre que, por la individualización de sus rasgos, se ha considerado un retrato. El personaje lleva el atributo más característico de san Andrés, la cruz aspada, que sostiene con ambas manos, y además un fino halo alrededor de su cabeza. El artista eligió como color de fondo un rojo sobre el que destacan todos los elementos de la figura. Su rostro está bien dibujado y en sus facciones se enfatizan, por su tratamiento, los párpados de los ojos que subrayan el color azul de éstos y la nariz, de marcada prominencia. Esta tipología, donde el cliente se representa con los símbolos de su santo patrón será una fórmula con fortuna dentro del género. En cuanto al reverso, se representa, en grisalla, a san Sebastián vestido con algunas piezas de la armadura y al que identificamos por el arco con sus flechas.

Mar Borobia

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