La Virgen y el Niño entronizados con santo Domingo, san Martín y dos ángeles
Esta tabla con la Virgen y el Niño es la pintura más antigua del Museo Thyssen-Bornemisza. Su atribución al Maestro de la Magdalena se debe a los estudios de Evelyn Sandbeg-Vavalà y de Gertrude Coor-Achenbach. Sin embargo, la individualización de este nuevo pintor fue acuñada por Osvald Sirén, que vio en el temple conservado en la Academia de Florencia titulado María Magdalena penitente y ocho episodios de su vida el sello de un nuevo artista. Sirén agrupó en torno a él tres pinturas más, a las que la crítica posteriormente fue añadiendo otras tablas.
La atribución de este temple al Maestro de la Magdalena no ha sido cuestionada; sin embargo, su fecha de ejecución sí ha sido objeto de controversia. Algunos historiadores, entre ellos Coor-Achenbach y Garrison, situaron la pintura dentro de la producción temprana del pintor, hacia 1270, fecha esta que también fue aceptada en los catálogos de la colección Thyssen-Bornemisza. Fue Boskovits quien propuso la datación que actualmente tiene la pintura, hacia 1290, la colocó dentro de la producción madura del pintor y, además, llamó la atención por las novedades que, pese a su arcaísmo, la conectan con las Madonnas de Cimabue.
El Maestro de la Magdalena, según parece, dirigió un taller bien organizado en Florencia durante la segunda mitad del siglo XIII y cuya intervención ha sido uno de los motivos con los que se ha explicado la desigualdad en la calidad de sus pinturas. Su estilo estuvo influido en un primer momento por el llamado Maestro de Bigallo, mientras que en sus trabajos de madurez se acercó a Coppo di Marcovaldo y en sus obras más tardías, como en el caso de la pintura del Museo, a Cimabue. Su pintura también recibió las influencias de artistas florentinos como Meliore y Corso di Buono.
El tipo de Virgen elegido aquí por el Maestro de la Magdalena es el conocido como Hodigitria o Conductora. Esta figura, que se inscribe dentro del modelo de Virgen en Majestad, sostiene con un brazo al Niño que bendice con su mano derecha. Su posición habitual es de pie, aunque en esta ocasión el artista ha preferido acomodarla en un trono del que vemos parte del respaldo, el cojín del asiento, así como su base. La Virgen y el Niño están acompañados por dos pequeños angelitos en actitud orante y dos santos, que identificamos por sus respectivas inscripciones y que se acoplan en los ángulos inferiores de la pintura. A la izquierda, el fundador de la orden de los dominicos, santo Domingo de Guzmán, con el hábito característico que combina la túnica blanca y el manto negro; en sus manos sostiene un libro cerrado como atributo. A la derecha, san Martín, que en esta ocasión se le representa como obispo con el báculo y la mitra.
La pintura indudablemente es deudora de la estética bizantina por la frontalidad de las figuras, la ley de la jerarquía que impera y manda sobre los tamaños de los personajes, la ausencia de fondo que se resuelve con el oro y los convencionalismos que encontramos en las telas con sus caídas y pliegues. Sin embargo, un aspecto importante a subrayar lo ponen los gestos de las manos y las miradas, que pese a lo estereotipado de los rostros, nos transmiten unos estados de ánimo.
El pintor, en esta Madonna, construida con colores vivos y contrastados, perfila las formas y dibuja con el pincel las telas y los plegados que marcan tímidamente algunas partes de la anatomía de los personajes, como las rodillas de la Virgen que se señalan por su posición. El pincel, de trazo ágil, construye las facciones de los rostros, así como las manos en las que pone un cuidado especial en la descripción de los dedos y los nudillos. Boskovits llamó la atención sobre las elegantes proporciones utilizadas para la Virgen y las sencillas gradaciones tonales que dan volumen a las formas.
Ésta es una de las pocas pinturas del Museo que conserva su marco original, que, en este caso, va estucado y decorado. De fábrica florentina, se ha fechado en el último cuarto del siglo XIII y guarda una similitud estilística con los utilizados por Cimabue y Giotto para sus Madonnas conservadas en los Uffizi.
Mar Borobia