El evangelista san Mateo
Gabriel Mälesskircher fue un importante pintor alemán, que gozó de gran popularidad a mediados del siglo XV. Miembro destacado del gremio de san Lucas, colaboró, entre otros, con Michael Wolgemut. Su estilo revela la influencia de la escuela de Múnich, aunque el artista dotó a sus obras de un mayor realismo y a sus escenas de un gran sentido narrativo. Estas ocho tablas pertenecieron a un conjunto que se encontraba en el monasterio benedictino de San Quirino, en Tegernesee. El artista realizó varios altares para este monasterio, dedicados a la Virgen y a diversos santos y mártires. Concretamente estos paneles estuvieron destinados a un altar dedicado a los cuatro evangelistas. En él se representa a cada santo con escenas de su martirio, así como los episodios más célebres de su vida. El conjunto, en origen, debió estar articulado con cuatro tablas más, constituyendo un total de doce. En el primer grupo de cuatro pinturas, Mälesskircher representa a los evangelistas trabajando en las Escrituras, en sus correspondientes estudios y con sus correspondientes símbolos. En las cuatro restantes se escenifican episodios sus vidas. A san Lucas se le representa pintando a la Virgen; san Mateo aparece amansando a los dragones; san Juan con el milagro de las Sagradas Formas mientras yace en su tumba; y san Marcos con su martirio, cuando fue arrastrado por las calles de Alejandría. Es evidente, en este conjunto, la influencia del arte flamenco, especialmente en la importancia que se concede a los detalles.
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Gabriel Mälesskircher tal vez se formó en los Países Bajos, de los que es deudor por su técnica y por la forma de representar la realidad. A Mälessckircher se le ha identificado como el joven maestro Gabriel, artista registrado en Múnich, en 1455, por la retribución de unas miniaturas. Este pintor desarrolló su carrera en esa ciudad alemana, donde dirigió un taller bien organizado que tuvo una gran actividad en la producción de grandes conjuntos religiosos. Este artista, además de administrar su obrador, tomó parte activa en el gobierno de su ciudad y en el gremio de pintores, donde fue elegido vierer en seis ocasiones, entre 1461 y 1475. Su taller, en el que trabajó su hijo Caspar y en el colaboró Michael Wolgemut, recibió encargos, entre otros dignatarios, del duque Segismundo de Baviera para el monasterio cisterciense de Fürstenfeld. Sin embargo, entre todas las peticiones que Mälesskircher aceptó, destacó una por la magnitud del encargo: la de su cuñado, Konrad Ayrinschmalz, abad del monasterio de San Quirino de Tegernsee.
Para este monasterio benedictino pintó, según la documentación que se ha conservado, trece altares grandes y dos más pequeños, destinados estos últimos a una ampliación de la iglesia. Los conjuntos estaban dedicados a la Virgen, san Quirino, san Benito, san Vito y santos mártires, a las santas vírgenes, a san Juan y san Pablo, a todas las almas, a los cuatro doctores de la iglesia, a san Sebastián, san Martín, a los cuatro evangelistas, a los Reyes Magos y por último, al Espíritu Santo. Todos ellos fueron ejecutados entre 1473 y 1478. Las ocho tablas del Museo Thyssen-Bornemisza formaban parte del altar dedicado a los cuatro evangelistas. En los documentos que se conocen en torno al ambicioso encargo, figuran indicaciones precisas sobre su contenido; así, cada santo titular tenía que estar representado con su martirio, con episodios de su vida y con sus milagros. Se cree que el retablo original de los cuatro evangelistas estuvo constituido por doce pinturas: las ocho escenas expuestas en el Museo Thyssen-Bornemisza, dos tablas que fueron de la colección Voll, actualmente en paradero desconocido, pero cuyas composiciones conocemos por fotografías antiguas con El martirio de San Mateo y Dos peregrinos ante la tumba de san Lucas. Los dos episodios restantes pertenecieron a una colección privada en París y, según parece, eran escenas de la vida de san Juan y de san Marcos. A estas dos últimas pinturas, como en el caso de la colección Voll, se les ha perdido la pista. El monasterio de Tegernsee, como otras muchas iglesias, modernizó su decoración con el paso de los años, se redecoró en un estilo barroco y finalmente fue secularizado en 1803.
En los legados del monasterio, el altar está fechado en 1478, año que aparece también en dos de las pinturas del Museo: en la tapa interior del pupitre del evangelista san Mateo y en el borde inferior de la hoja con el horóscopo, colocada en el frente del pupitre del evangelista san Marcos. Mälesskircher, en las cuatro primeras tablas del Museo, ha representado a los evangelistas trabajando en sus Evangelios. Para los cuatro sigue unas pautas similares en cuanto a su puesta en escena, labores que llevan a cabo y símbolos con los que se identifica a cada uno de ellos. Así, las cuatro figuras están instaladas en interiores muy descriptivos, sentados ante un pupitre que ocupa un lado de la estancia, salvo en el caso de san Lucas, que se ha colocado en medio de la sala. El pintor los representa más como copistas que como autores de las Escrituras, ya que en dos casos encontramos libros pulcramente abiertos en los frentes de los escritorios, sujetos por cordeles y, en el caso de san Marcos, se añade un marcador que induce a pensar que reproduce los Evangelios. El pintor, además de los símbolos —el toro para san Lucas, el ángel para san Mateo, el águila para san Juan y el león para san Marcos—, ha incluido en los pergaminos que tienen delante versículos de sus escritos.
Estos interiores, que están decorados minuciosamente con objetos y con mobiliario, son ventanas a las que el espectador se asoma y que le permiten contemplar el entorno y los utensilios de los miniaturistas, aspectos, ambos bien conocidos por Mälesskircher gracias a sus primeros años de formación. Por eso resultan interesantes todos los pormenores que nos brinda el pintor, como son la colocación de los recipientes con las tintas de distintos colores con las que se trabajan las primeras letras de los textos —en los pupitres, a la derecha, de san Lucas y de san Juan—; la pluma a la que san Mateo, en un alto en su trabajo, afila su punta; la laboriosidad de san Juan, que sostiene instrumentos en ambas manos; o el interior del pupitre de san Marcos, que se aprovecha para colocar pulcramente los útiles.
Los espacios en los que se insertan los evangelistas y en los que todavía no se han resuelto plenamente los problemas de la perspectiva, se decoran con mobiliario medieval, ventanas con cristales emplomados, estanterías con recipientes que se alinean por tamaños, alguna pintura y aguamaniles que nos indican el esmero de estos artesanos.
En cuanto al capítulo de las vidas de los evangelistas, en el caso de san Lucas se ha seleccionado un episodio tradicional en el que el santo pinta a la Virgen, motivo por el que los gremios de pintores se encuentran bajo su protección y llevan su nombre. Para san Marcos, que se le representa con un paisaje de fondo y junto a dos figuras que hacen de testigos del prodigio, se eligió el amansamiento de dos dragones, a los que domesticó al hacerles la señal de la cruz. La vida de san Juan se ejemplifica con un milagro póstumo que tuvo lugar cuando el evangelista, que había mandado excavar su tumba cerca del altar de la iglesia donde habitualmente predicaba, se introdujo en ella para morir, momento en el que la fosa quedó envuelta con una luz resplandeciente que, cuando se extinguió, había impregnado todo de una sustancia que en la pintura se ha interpretado como Sagradas Formas. La última tabla corresponde al Martirio de san Marcos y responde al momento en que el evangelista fue desalojado a la fuerza de una iglesia en Alejandría donde estaba predicando para ser arrastrado por las calles.
La influencia de la pintura flamenca es evidente en estas ocho tablas donde Mälesskircher retrata en sus interiores, a través de los objetos y de los espacios, una realidad cotidiana. La ligazón con la pintura flamenca se aprecia en la técnica con la que el artista trata cada uno de los elementos de sus composiciones, incluidos los paisajes que vemos a través de las ventanas y los exteriores donde se desarrollan algunas de sus escenas. Detalles más concretos y significativos vinculados al arte flamenco tienen su reflejo en los paños que cubren a las figuras o en el espejo cóncavo, que proyecta la parte de la habitación que no vemos y que cuelga al fondo de la estancia donde está san Lucas.
Estas pinturas, que permanecieron en el monasterio benedictino en Tegernsee hasta 1803, estuvieron en la colección Streber, en Bad Tölz. Todas ellas fueron adquiridas en lote a la galería Hackenbroch, en Frankfurt, e ingresaron en la colección Thyssen-Bornemisza en 1928.
Mar Borobia