El evangelista san Marcos
En Roma, en la segunda mitad del siglo XVII, triunfó la última fase evolutiva del movimiento artístico que había ocupado la centuria hasta entonces y que se conoce como barroco decorativo. Esta etapa se abrió con Pietro da Cortona y culminó su proceso con Andrea Pozzo. Como contrapunto a este barroquismo triunfante, se encuentra la figura de Carlo Maratta, en cuyas composiciones, con las figuras esenciales, trató de aunar las tendencias clasicistas con las más ornamentadas, logrando un equilibrio entre el dibujo y el color. Según su biógrafo, Giovanni Pietro Bellori, un jovencísimo Maratta hacía, en su ciudad natal, copias de grabados que luego vendía. La habilidad y el talento del muchacho le llevaron, bajo la protección de un amigo de la familia del pintor, Corintio Benicampi, a Roma en 1636. Un año más tarde, en 1637, se encuentra en el taller de Andrea Sacchi, donde permaneció hasta 1661, fecha del fallecimiento de su maestro. Durante este periodo de aprendizaje, Maratta estudió el arte clásico, así como los trabajos de Rafael, Annibale Carracci, Domenichino y Guido Reni. Su primera pintura, como artista ya formado, fue La adoración de los pastores, de 1650, para San Giuseppe dei Falegnami en Roma, que, a pesar de estar bajo la impronta de Sacchi, supuso el inicio de una brillante carrera, así como el preludio de una serie de importantes encargos.
La figura de esta tela se ha identificado con el evangelista san Marcos por uno de sus símbolos tradicionales: el león, cuya cabeza acaricia el santo. A este atributo se suman los dos gruesos libros y el tintero, que, sobre una mesa, son una clara alusión a su papel como autor de uno de los libros del Nuevo Testamento. Maratta representa a este san Marcos, sentado, mirando ausente a su derecha, y lo capta en una postura relajada, casi espontánea, que contrasta con la fisonomía con la que encarna al personaje y que entronca con el arte clásico.
En algún momento se ha sugerido la posibilidad de que este santo formara parte de una serie junto con los otros tres evangelistas; sin embargo, no se conoce ninguna obra de Maratta que encaje con el San Marcos del Museo Thyssen-Bornemisza. A este respecto, existen testimonios escritos, como el citado por Bellori, en el que menciona, entre los primeros trabajos de Maratta, dos medias figuras de apóstoles. A este dato hay que añadir también el apostolado realizado para el palacio Barberini, encargo del cardenal Antonio Barberini a Andrea Sacchi y concluido por Maratta, con el apóstol san Mateo, a finales de la década de 1690, serie en la que también es difícil incluir a este san Marcos.
Roberto Contini ha situado la pintura entre la segunda mitad de la década de 1650 y principios de la de 1660, asignándola a sus trabajos tempranos. Este historiador ha comparado esta grave y plástica cabeza con la del Moisés del fresco La gloria de san José que decora la capilla de este santo en la iglesia de San Isidoro de Roma, fechado en 1652. También la ha contrastado con una de las figuras de los ancianos que forman parte de La resurrección de Lázaro, en la Villa Albani, y con el san Pedro de La aparición de la Virgen a san Felipe Neri, en la Galleria Palatina de Florencia. Estos ejemplos, así como algún dibujo del pintor, indujeron a Roberto Contini a pensar que el modelo de esta tela fue un estereotipo que Maratta usó en diversas composiciones.
Mar Borobia