Smoko. El volcán humano
La obra Smoko, el volcán humano de Reginald Marsh representa Coney Island, la popular playa y parque de atracciones de Brooklyn, muy visitada por las grandes multitudes urbanas neoyorquinas durante la gran depresión de la década de 1930. Las muchedumbres confinadas en la ciudad podían acceder, de manera fácil y económica, a Coney Island, que les ofrecía la posibilidad de disfrutar de la brisa del mar en un cálido día de verano. La primera vez que Marsh fue al parque de atracciones de Brooklyn, lo hizo como ilustrador y a instancias de Frank Crowninshield, director de la revista Vanity Fair.
A Marsh le encantaron las bulliciosas muchedumbres y la caótica actividad que descubrió en Coney Island, por lo que se desplazó hasta allí en repetidas ocasiones para hacer apuntes, hallando constantemente inspiración para sus cuadros. Explicó su reacción ante Coney Island en los siguientes términos: «Voy allí todos los veranos, a veces tres o cuatro días por semana. La primera vez que voy en el verano, me da náuseas el olor a comida rancia, pero luego me acostumbro y ya no lo noto. El lugar me gusta por el mar y el aire libre y por la gente -multitudes en todas las direcciones, en todas las posturas, sin ropa, moviéndose- como en las composiciones de Miguel Ángel o de Rubens». Por la época en que Marsh pintó esta animada composición, escribió a su esposa Felicia, paisajista que pasaba los veranos en Vermont, describiéndole su última tarde en la playa de Coney Island: «Soplaba un viento fresco y fuerte que levantaba grandes cabrillas en el mar -el mar de un azul intenso-. Había gente a montones, como a mí me gusta. Se podía oír el ruido de la playa a millas de distancia y apenas había sitio en la arena para sentarse».
Marsh hizo un boceto para Smoko, el volcán humano durante una de esas excursiones a Coney Island. En el apunte se distinguen perfectamente tanto la figura de Smoko como la de la mujer con pantalón corto que aparece de pie más abajo que él. Pero además Marsh hizo varias fotos de este tema. Consideraba la fotografía como un apunte, una especie de anotación visual más que una obra de arte terminada. Los temas de sus fotografías siguen la línea documental de sus contemporáneos Berenice Abbott y Walker Evans, pero el uso que Marsh hace de sus propias fotografías para crear cuadros es semejante al de Ben Shahn y Ralston Crawford.
Cuatro de las fotografías utilizadas por Marsh para Smoko, el volcán humano ponen de manifiesto que reprodujo con toda fidelidad el mensaje publicitario que aparece en la cartelera de la atracción: «[fa]talist supreme» (suprema fatalista) y «Smoko the human volcano: startling feats of fire eating» (Smoko el volcán humano: las increíbles proezas de un devorador de fuego). A la izquierda del cartel con la imagen de Smoko, Marsh incluye otro de una adivina o vidente que señala su bola de cristal, de la que salen frases como «tomorrow» (mañana). Debajo de la mujer hay una inscripción que dice: «x-ray your mind» (hágase una radiografía de la mente). En el cuadro, vemos a Smoko, de pie ante su imagen del cartel, durante su actuación, dispuesto a comer fuego. Lleva una ancha corbata estampada y tirantes de color naranja, y echa teatralmente la cabeza hacia atrás, a punto de meterse la antorcha encendida en la boca. A la derecha de la artista ligera de ropas, que viste un pantalón corto y lleva el estómago al aire, Marsh incluye otro personaje extraído de sus fotografías: una muchacha de talla baja, con cinta al pelo y vestido y labios de color rojo chillón. El artista sitúa al espectador entre el público, para que contemple el espectáculo desde un punto de vista bajo.
Gail Levin